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Un día no… todos. Gracias a la mujer por lo que realmente vale…

por CARLOS CRUZ

Podríamos extendernos recordando aquel 1857 en Nueva York, donde trabajadoras de una fábrica textil se manifestaron en protesta por sus condiciones laborales. O el trágico 1909, en el que por declararse en huelga costureras de la fábrica “Cotton Textile Factory”, en lucha por mejores salarios, la reducción de la jornada laboral a 10 horas y el fin del trabajo infantil, fueron “castigadas” por sus patrones prendiendo intencionalmente fuego a la fábrica, haciendo que muriesen 129 de ellas calcinadas… fue un 8 de marzo.

Se podría hablar de las luchas por la conquista del derecho al sufragio, el reconocimiento a la igualdad de géneros, los cupos laborales y la búsqueda de igualdad salarial con sus pares masculinos… hasta de la aún constante lucha para evitar la violencia de género. Que tuvo en los últimos tiempos un agravamiento de la situación no solo físico, sino también psicológico por la sensación de fracaso que generan estos actos aberrantes.

Pero… ¿es lo mejor quedarse en el homenaje… el recuerdo?

El recuerdo es válido porque es parte de una historia que nos permite plantar un punto de partida para pensar lo que viene. Pero me interesa hablar en otra dimensión: la del valor real de la mujer. Esa que soportó por siglos una situación de desigualdad degradante, la humillación, el ninguneo, la violencia irracional producto de la cobardía y el fracaso personal que tratan de descargar en ellas muchos hombres.

Pero en realidad sabemos que son mejores, mucho mejores que nosotros. Cuando todo es difícil, cuándo las cosas son realmente duras, aparece una mujer con una fortaleza asombrosa a sacar todo adelante.  Por eso, creo preciso que, para lograr la igualdad de género, todas, pero también todos, debemos participar. Porque en esto no existen luchas de género: el bien logrado en caso de tener éxito y efectivizar la igualdad no tiene género… es un éxito común cuyos beneficios serán para toda la sociedad. Por ello mi pedido de ayuda… por lo esencial de la causa para vivir en un lugar mejor, uno donde realmente se disfrute vivir.

Y que no quede en una lucha de mujeres, no. Que sea sexualmente uniforme, amplio, sin barreras. No quiero más boliches gay… quiero boliches para gays y hetero… y trans, y lo que venga. Basta de guetos, aprendamos de una vez (aunque nos resulte difícil) a vernos iguales. A mirar hacia nuestra luz interior… rompamos los espejos, solo logran distorsionar nuestras mentes, enfermarnos de racismo sexual. Saber decir “basta” a los que separan, los que crean estereotipos tan solo para ganar dinero, a las redes sociales como sinónimo de una felicidad de opereta que internamente sabemos falsa…

Los hombres en general y, en especial los jóvenes en particular,deben ser los primeros defensores de la igualdad de género. Hacer de una idea algo tangible… realmente vivible. Y algunas mujeres, también deben entender que no se trata de odiar a los hombres. Porque eso no es feminismo, es idiotez. Lo he sentido en carne propia yendo a actos por la igualdad y contra la discriminación, y una vez allí, sentirme… discriminado.

El objetivo fundamental del feminismo debe ser la lucha (cuerpo a cuerpo con los que la apoyan, sin importar su sexo) por la igualdad política, económica y social sin que importen las diferentes sexualidades. De la misma forma y en paralelo que no debe importar el color, raza u origen de las personas.

No es una guerra, una manera de aislarse, de separarse. El mundo precisa de todos nosotros, de todos los que busquemos cambiarlo para mejor. La lucha es contra los que no desean esto, que tan solo quieren extender privilegios, hacer del dinero el fin esencial sin importar las consecuencias. Ellos son los que quieren mujeres mal pagas para “abaratar” la mano de obra, ellos son los que las venden como objetos de mercado, ellos las esclavizan… y soportan la violencia de género porque de esa forma las mantienen “dóciles”, “sumisas”. Y la lucha también es contra los violentos que genera el sistema, esos demonios que descargan frustraciones, debilidades, fracasos, en el cuerpo o la mente de una mujer porque no tienen la valentía de enfrentar la vida por sí mismos. Quieren doblegar con superioridad física su inferioridad emocional y mental.

Y los hombres debemos comprender que la igualdad de género también nos compete. Porque, así como el mandato machista hacia las mujeres las limita a su función de procrear, a los hombres nos condena a que la sociedad desvalorice nuestro papel de progenitores, nuestra responsabilidad e importancia como tales. Y también nos limita a pedir ayuda hasta en la enfermedad por miedo a que nos consideren menos masculinos, menos “machos”. Y nos exige un éxito económico y laboral que no todos pueden lograr, generando ante el acontecimiento personas infelices, violentas o proclives a la autodestrucción… y hasta el suicidio (del total de 3322 suicidios anuales en el país, un 81 por ciento pertenece a hombres). Los hombres se han vuelto frágiles, inseguros y frustrados ante esta presión. O sea que tampoco gozan de los beneficios de la igualdad.

No es frecuente escuchar decir que los hombres también están cercados por los estereotipos de género, pero es evidente que es así. Y el hecho de librarse de ellos, tendrá como consecuencia natural no solo un alivio propio, sino también un cambio en la situación de las mujeres.

Hay que luchar para la igualdad laboral. Se festeja que se haya logrado que una mujer (al igual que ya lo hacía un hombre) pudiese decidir sobre su propio cuerpo. Las mujeres ya demostraron que son hasta mejores muchas veces que los hombres en la elaboración de políticas y la toma de decisiones para el país (basta con ver a Cristina Kirchner y muchas otras funcionarias, legisladoras, juezas,fiscales o empresarias para ello). Son simplemente políticas de derechos humanos. No debe haber más límites emocionales, educativos, sociales o laborales para las mujeres.

Y para que esto no sea tan solo una declaración de deseos… una idea gaseosa que se desvanece en una impuesta “realidad”, hay que hacer sólida a la idea, rodearla de actos ambiciosos que la respalden.

A las mujeres para ello hay que empoderarlas con la igualdad… ese el secreto. Y el norte marcado para seguir.

Dejemos de pensarnos unos a otros por lo que no somos, y comencemos a hacerlo por lo que sí somos. Y así, todas y todos podremos ser más libres, porque esto se trata de la libertad.

Como hombre, sé que debo aceptar esta responsabilidad.  Y, como yo, todos los hombres deben abrazarse a esta idea para que sus hijas, sus hermanas y sus madres puedan vivir libres de prejuicios. Y para que sus hijos también puedan permitirse ser vulnerables y humanos, que recuperen esos pedazos ocultos que han sido abandonados a raíz delas imposiciones sociales, y logren alcanzar una versión más auténtica y completa de su persona.

El filósofo, escritor y pensador inglés Edmund Burke(1729-2797) afirmó: “Todo lo que se necesita para que triunfen las fuerzas del mal es que suficientes personas buenas no hagan nada”.

Y así es. Y si no hacemos nada, llevará un siglo más para que las mujeres puedan esperar recibir el mismo salario que los hombres por el mismo trabajo; quince millones y medio de niñas serán obligadas a casarse en los próximos 16 años; y unos 60 años para que las niñas de África rural puedan obtener educación secundaria. Pero lo podemos cambiar.

Está en nosotros.

“Que me dejen ser yo misma, y me daré por satisfecha”.

Diario de Ana Frank, 11 de abril de 1944.

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