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¿Qué significa hablar de Manuel Belgrano hoy?

por CARLOS CRUZ

Apenas asumió la presidencia de la Nación, el presidente Alberto Fernández declaró el 2020 como el año del General Manuel Belgrano, en homenaje al prócer por los 250 años del nacimiento y 200 de su muerte.
Pero… ¿qué significa la figura del prócer en este período de nuestra historia y en medio de una pandemia mundial que nos llegó como desde hace muchos años no sucedía?

Su nombre completo era Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, y sus escasos cincuenta años de vida le alcanzaron para convertirse en una de las figuras más importantes de la historia de nuestro país, sino la que más, por no recibir cuestionamientos de ningún tipo ante las verdades incontrastables que nos acercó con su palabra y (más importante aún) sus acciones de vida.

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Hoy más que nunca, resulta especialmente importante que las y los jóvenes de todo el país recuerden, a partir del conocimiento de su actuación pública, quién fue Manuel Belgrano y cuál fue su obra y su legado. Obra de la que surge una personalidad de intachable integridad y firmes convicciones patrióticas, aportando como un trabajador desinteresado e infatigable al servicio del progreso del país y de la educación de sus habitantes, sin interesarle su propio bienestar. A Belgrano bien le cabe eso de que “la patria es el otro”.

Nunca hay que olvidar que Belgrano fue antes que el bronce lo declarara (por conveniencia de sus propios enemigos) prócer, un hombre que difundió a lo largo de su carrera como funcionario, pensador y militar, acciones y valores emparentados siempre con el compromiso, la igualdad y la solidaridad. Un hombre que rechazaba premios y renunciaba a sueldos, al que solo lo motivaba trabajar por el bien común, entendiendo esto como la gestación de un país libre e igualitario, valores muy alejados a los de la mayoría de sus contemporáneos en el gobierno y las elites de la Argentina de aquel entonces. Porque lamentablemente esa Argentina egoísta, elitista y prebendaria sigue latente hoy en día, inserta en el poder económico real y agazapada para luchar contra los ideales de ese Belgrano con el cual se llenan la boca, pero que detestan profundamente por los valores que defendía.

Su desvelo por el desarrollo del campo, poniendo acento en la tierra como fuente de riqueza, sabiendo que ello estaba emparentado fuertemente con en el trabajo de sus habitantes, hizo que Belgrano pensase en una independencia no solo política sino también educativa y económica, creadora de una reforma agraria basada en la expropiación de las tierras baldías para entregarlas a los desposeídos: “es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se le dan propiedades ( …) que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan, al menos en una mitad, si en un tiempo dado no se hacían las plantaciones por los propietarios; y mucho más se les debería obligar a los que tienen sus tierras enteramente desocupadas, y están colinderas con nuestras poblaciones de campaña, cuyos habitadores están rodeados de grandes propietarios y no tienen ni en común ni en particular ninguna de las gracias que les concede la ley, motivo porque no adelantan …». Ningún medio, ninguna asociación empresaria, mucho menos la Rural, se hacen carne de los pensamientos de Belgrano a quien solo recuerdan por “crear la bandera…”, un símbolo de rebeldía que vacían de contenido real al no rodearlo del resto de los pensamientos y anhelos más profundos de su creador. Dejan solo el “trapo”, como los verdaderos barrabravas de la desigualdad social y el país prebendatario que representan.

Pero volviendo al pensamiento de Manuel Belgrano, él creía en una reforma agraria que luego permitiese que el país tuviese la capacidad de transformar las materias primas en manufacturas, logrando así una plena independencia económica de las grandes Metrópolis europeas. Belgrano pensó que ambas cuestiones eran complementarias en una tierra con tanta riqueza natural por explotar.

Desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrolla a la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Su obsesión era el fomento de la agricultura con muchos propietarios de la tierra y la industria, de la cual hasta pensó en subvencionarla para su desarrollo (“un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos”, pues “La importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”.

Ello era, a su entender la única manera de evitar “los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que, desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, sólo aspiran a su interés particular, o nada les importa el que la clase más útil al Estado, o como dicen los economistas, la clase productiva de la sociedad, viva en la miseria y desnudez que es consiguiente a estos procedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan”.

En unos de sus últimos artículos en el Correo de Comercio, resaltaba la necesidad imperiosa de formar un sólido mercado interno, condición necesaria para una equitativa distribución de la riqueza: “El amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la agricultura e industria por medio del comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la patria porque mal puede ésta salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio y por consiguiente, lejos de hablar de utilidades, no sólo ven sus capitales perdidos, sino aun el jornal que les corresponde. Sólo el comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos, aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación, porque buscando y facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso, así para el creador como para el consumidor, de que resulta el aumento de los trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como una consecuencia forzosa.”

A eso hay que sumarle su obsesión con la educación inclusiva (creó aún en tiempos previos al 25 de mayo escuelas de oficios, como las de dibujo técnico, matemáticas y náutica); la importancia de su accionar en la Semana de Mayo (sin él es difícil pensar en el éxito de la revolución); sus actos de valentía a través de un rango militar que no sentía y solo aceptaba por su compromiso con la causa independentista; su amistad con San Martín -cuando lo reemplazaron por él al mando del ejército, lejos de enojarse expresó que “¡Qué suerte para la patria!. Han elegido a San Martín, que es un verdadero soldado. Me reemplazará sin duda, con ventaja”- que expresó en su interminable abrazo en la Posta de Yatasto, para el traspaso del mando. Era el abrazo de dos hombres “que volaron muy alto. Por eso dejaron huellas profundas en la historia de nuestra patria”. Y por esas huellas que siempre se intentaron borrar trabajaron las oligarquías, por su rechazo al pensamiento y accionar de estos hombres a los cuales abandonaron o apartaron, a sabiendas de su amor por el pueblo argentino.

Para finalizar este breve homenaje me remito a las palabras de Tristán Bauer, quien en un acto reciente donde se descubrió una placa en solar de su lugar de nacimiento. Allí, el funcionario expresó que “… a pesar de que Belgrano fue un hombre de pensamiento, siempre eligió la incomodidad, el servició al otro (…) la economía fue uno de sus hitos más importantes, que nos queda para siempre, pero también el luchador, que emprende su viaje al Paraguay, después al norte, y la creación de la bandera”. Para culminar diciendo “… recordemos siempre a Belgrano”. Yo le agregaría que primero lo descubramos en toda su magnitud y así será realmente inolvidable. Nuestra historia tiene una gran deuda con él…

En estos tiempos de decisiones importantes para el futuro de la patria… de peleas con el FMI, los buitres, los países que perpetúan el colonialismo, de los Vicentín que pueblan nuestro suelo, cierro los ojos y veo a Belgrano diciendo (como dijo en aquel mayo de 1810): “La primera valla es la más alta”. Los invito a que la saltemos juntos.

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