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Cerca de quince millones de chilenos deciden hoy si aprueban o rechazan el nuevo texto constitucional que reemplazaría al vigente desde tiempos de Pinochet.

Escribe desde Chile, MATEO MUÑOZ.

El presidente Boric dice confiar en la sabiduría de su pueblo pero según los sondeos el resultado está abierto a cualquiera de las dos opciones.

Hoy los chilenos están eligiendo si aprueban la nueva Constitución que durante todo un año fue discutida, redactada y revisada por la Convención Constituyente que ellos mismo eligieron. La otra opción que se les brinda es el rechazo que daría por tierra todo el proceso que arranca en octubre de 2019, cuando el pueblo salió a las calles con múltiples reclamos y que, ante la brutal represión del gobierno de Piñera, luchó día tras día hasta lograr la votación que haría cambiar la realidad de los chilenos, dejando atrás la oscuridad que dejó Pinochet como legado. Toda esta lucha costó vidas humanas, mutilados, heridos, vejaciones y detenciones irregulares. Por esto, es realmente increíble que en Chile aún existan dudas acerca del cambio de la Constitución. No debería haber ninguna, o muy pocas enquistadas en los privilegiados de la dictadura y la derecha local. La duda que aún persiste habla de un Chile partido en dos: por un lado los que proponen cambios a favor de una vida más justa, con igualdad de posibilidades, derechos, garantías y obligaciones para todos, y no tan solo para unos pocos que agrandan cada vez más su poder y fortuna con el sudor de la mayoría empobrecida. Del otro lado del mostrador, los que quieren un conservadurismo de mercado, con todo lo que ello implica en educación, salud y acceso a una vida económica y socialmente mejor; elementos reservados para unos pocos en comparación al resto.

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Nueva constitución chilena

Quizás el estiramiento de los plazos (hasta el COVID-19 colaboró con ello) agregado a la acción mediática dominante, relajó ese estado de bronca social y eso en Chile significa la vuelta a una supuesta “moderación”, idea insertada en la cabeza de muchos ciudadanos y que tan solo beneficia a los amigos de la dictadura Pinochetista, grandes ganadores del modelo económico chileno, uno de los más desiguales del continente.

Se hace difuso para muchos que no lo vivieron in situ, la imagen de ese final de 2019 con los carabineros disparando perdigones a los ojos de los manifestantes o lanzando gases lacrimógenos de manera discrecional, como en los peores momentos de la era pinochetista; junto al espantoso espectáculo de revivir el desfile callejero de soldados armados, tanques y helicópteros, para contener a ese millón de chilenos que decían basta a décadas de injusticias y privilegios, de derechos cercenados, de carencias que su podían haber evitado. Y los autos, las barricadas y estaciones de subte ardiendo, todo hasta hoy sin culpable alguno por nada, incluyendo a los crímenes de lesa humanidad que tienen como principal implicado al ex presidente Piñera, entonces en el poder. El olvido promovido funciona como un truco de magia. La derecha chilena y toda su maquinaria mediática está enfocada en crear noticias por doquier, llevar hacia allí la atención ciudadana, repetir hasta el infinito que no hay que mirar atrás, que lo mejor es mirar el “futuro”, mientras que el resultado es el “olvido” de los momentos que nos mostraron con crudeza quien era (y es) quien, y si hilamos finito, entender que ese futuro del que nos hablan, para ellos significa tan solo mantener todo como hasta ahora, eternizar el presente, el mismo que hizo que un millón de compatriotas salgan a las calles hace tan solo algo menos que tres años.

Y de paso olvidamos también por qué el pueblo volcó sus esperanzas en el actual presidente, harto de una Concertación que había gobernado al país tras el retorno de la democracia y por treinta años no hicieron casi nada por modificar el paradigma de país neoliberal que la dictadura pinochetista dejó como herencia, junto a los desaparecidos y muertos con los que logró imponerla.

Y todo eso es la raíz de lo que estamos eligiendo hoy: pinochetismo autoritario o Chile con derechos y libertad, igualdad de oportunidades o privilegios de clase, neoliberalismo o capitalismo responsable y al servicio de las mayorías, productivismo o especulación.

Más allá de la astucia de Piñera de “negociar” un acuerdo por la paz con el cambio de la Constitución incluido, después de darse cuenta que su original idea de “guerra” ya no era viable pues su gobierno se rasgaba a jirones, como podemos dudar hoy de la aprobación partiendo de ese 2020, en el que el 80 por ciento de los chilenos estuvo de acuerdo que había que tener una nueva Constitución.

Las dudas son muchas en todo el proceso que culmina con la votación de hoy. Todo es incierto, cuestionado por los medios que a la vez esgrimen argumentos cuestionables. Dicen que el “NO” ganaría por un margen de entre 5 y 10 por ciento al “SI”, pero lo que quedó a la vista es que ese supuesto rechazo a la nueva Carta Magna tan solo llevó 500 personas en el cierre que hicieron sus defensores en el parque Metropolitano. Si a eso le agregamos las fakes news que se cuentan de a cientos y la desinformación que parte de los medios con campañas mentirosas que hablan de cambiar la bandera, establecer una dictadura mapuche, expropiar las viviendas de los chilenos o cercenar las libertades religiosas, las dudas generadas se agigantan. Y el dinero que corrió a manos llenas proveniente de empresarios navieros, exportadores de todo tipo y hasta de grandes tiendas, facilitó la campaña de desinformación y mentiras que llevó a esta situación de incertidumbre, salvo que al final solo resulte haber servido para crear una falsa expectativa en la esperanza de arrastrar a los chilenos hacia ese abismo.

Y para fundamentar esto, basta con decir que en vez de esos quinientos, la campaña del “SI”, del “Apruebo”, llevó a su acto final a más de quinientas mil almas chilenas en pleno centro de Santiago. Y los mensajes allí emitidos fueron en pos de evitar dejarse engañar por las mentiras de la derecha fueron la constante de las exposiciones. Porque desde hace meses que las ediciones de la nueva constitución a ser aprobada es best seller en las librerías del país, y hasta el mismísimo presidente, haciendo equilibrio entre su aprobación de la nueva Carta Magna y la prohibición de hacer campaña que propone el actual texto, salió a firmar ejemplares de la nueva norma (con acusaciones que rápidamente fueron descartadas).

La derecha y sus medios (la mayoría por cierto), supieron mellar la confianza en la norma explotando las desprolijidades del tránsito de la constituyente hasta la culminación de la nueva norma a ser votada hoy. Incluso, la Constituyente caía en discusiones un tanto ridículas, trámites demasiado largos, peleados y engorrosos, generando una sensación de caos en los ciudadanos que la habían aprobado con mayoría abrumadora.

Pero el presidente Boric aún cree “en la Sabiduría del pueblo de Chile”, por lo que luego de emitir su voto en su Punta Arenas natal, partirá a Santiago a seguir paso a paso el proceso de votación. Acerca de esto, antes de partir, en una breve charla con la prensa, Boric afirmó que “sean los chilenos y chilenas quienes por primera vez decidan democráticamente respecto del contenido y forma de una nueva Constitución, sin duda, pase lo que pase el domingo, es un hecho que a va a transcender. Confío en la sabiduría del pueblo de Chile”.

Al atardecer se conocerán los resultados y Boric hablará a la Nación. Hablará de la aceptación o negativa del texto, pero también los hará sobre el rumbo que tendrá su gobierno de aquí en adelante, de la forma que buscará sortear la crisis económica global, que también llegó a Chile.

LOS PRESIDENTES YA EMITIERON SU VOTO. AL ATARDECER SE CONOCERÁN LOS RESULTADOS.


Sin embargo, este no es el momento y Boric prefiere centrarse en el referéndum: “Estoy orgulloso del proceso democrático que hemos vivido, por cómo hemos logrado canalizar nuestras diferencias a través de las instituciones y llamo a todos los chilenos y chilenas a ser protagonistas de esta historia (…) Ustedes deciden qué es lo que va a pasar el domingo y de aquí para adelante, cómo vamos a ir construyendo nuestra historia en común. Es un hito que va a quedar en los registros de la historia y nos están mirando desde todo el mundo”.

La nueva Constitución marcaría el fin de Pinochet y el neoliberalismo de Milton Fridman que abrazó el dictador y que perdura hasta hoy. Significaría el fortalecimiento del Estado y sus controles, regulaciones y normas. Sería un cambio gigantesco en materia de colocar un piso de derechos para “todos” los chilenos, además de la generación de nuevos derechos para quienes siempre habían sido postergados o directamente olvidados en Chile: pueblos originarios, niños y adultos mayores, sectores que la vieja norma ni siquiera nombra. Garantizaría la universalización de la educación, la salud y la calidad de vida, además de reconocer a las mujeres y establecer reglas para cuidar el medio ambiente. Y -algo que no cayó bien entre los empresarios más poderosos- la búsqueda de un sistema económico que busque cerrar las puertas a los monopolios (y revisar a los actuales).

La derecha buscó menguar el poder de la Constituyente aprovechando los errores y prometiendo que si hay rechazo, habría un nuevo llamado para hacer “otra” Constitución. La izquierda se horrorizo mientras sacudía los 115 constituyentes electos contra los apenas 27 de la derecha, pero Boric, en una hábil jugada, apoyó la propuesta de la derecha no para que se realice, sino ante su convencimiento de que el electorado chileno está cansado del actual proceso y no tiene intenciones de repetirlo.

Lo bueno de todo esto es que aún perdiendo (lo que de todas formas sería lamentable) la Constitución de 1980, le pergeñada por Pinochet y el poder económico, ya es parte del pasado y de una forma u otra será descartada por una nueva Constitución.

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