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De Rosario a Latinoamérica, de Latinoamérica al mundo.

por CARLOS CRUZ

“Me he sentido guatemalteco en Guatemala, mexicano en México, peruano en Perú, como me siento hoy cubano en Cuba y naturalmente como me siento argentino aquí y en todos los lados, ese es el estrato de mi personalidad, no puedo olvidar el mate y el asado…”, el Che Guevara en su discurso ante el Colegio Médico Nacional de Cuba (13 de enero de 1959).

Cuenta la historia oficial que hace 92 años, un día como hoy, nacía en Rosario Ernesto Guevara, un niño que de pequeño hizo que su familia se trasladase a Alta Gracia (Córdoba) por sus problemas con el asma. Luego, vino a Buenos Aires donde estudió medicina en la UBA.

Pero la historia muchas veces no refleja la realidad… y esta es que el “Che” no nació el 14 de junio de 1928, como dice su partida de nacimiento. La fecha verdadera es el 14 de mayo, un mes antes, pero su madre, Celia de la Serna, lo anotó treinta días después porque se había casado embarazada y no quería que su familia lo supiera. El asunto pasaba que había sido criada por unas tías muy católicas que hubiesen hecho un escándalo; fue por eso por lo que viajó a Rosario… para estar lejos cuando llegara el momento de dar a luz y anunciar un mes más tarde que su hijo era sietemesino.

De todas formas, todos festejan en junio porque la fecha es lo menos importante a recordar. La cuestión pasa por festejar el nacimiento de un personaje fundamental no para la Argentina, ni siquiera solamente para Cuba… sino para todos los que abrazan la igualdad como bandera, una bandera que durante su corta pero larga vida el Che supo llevar como nadie lo había hecho en esta parte del mundo. Por eso es ejemplo y símbolo de muchos, más de medio siglo después de su desaparición física.

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“Seamos realistas y hagamos lo imposible”. El alma revolucionaria del Che comenzó junto con su viaje introspectivo que lo llevó a recorrer Latinoamérica: Perú, Ecuador, Venezuela y Guatemala, fueron destinos que lo hicieron ver de cerca la pobreza, el destrato, el desprecio y las profundas desigualdades de esa que culminó siendo su Patria Grande, a las que trató de sacar de las garras del capitalismo norteamericano, que ponía desde hacía mucho su pie encima de las naciones al sur del Río Bravo, herencia directa del antiguo dominio inglés.

Hoy, de no haber perecido luchando en la selva boliviana… solo, abandonado, pero decidido a respetar con valentía sus ideales por los que siempre había luchado, hubiese cumplido 92 años. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez lo recuerda así: “un 14 de junio nació nuestro Che, eterna inspiración de los revolucionarios que aspiramos a construir un socialismo próspero”. Y ese “nuestro” de los cubanos se extiende a lo largo del mundo… porque el Che no es argentino, ni cubano, ni de nadie. Es de todos y cada uno de los habitantes del mundo que creen en los ideales de igualdad social, de libertad de acción y pensamiento… una personalidad que marcó la historia de millones de personas alrededor del todo el mundo y que aún mantiene vigencia como símbolo de la lucha de los pueblos oprimidos.

   

Vivió tan solo 39 años en los que, con su historia de lucha revolucionaria, ideológica y de justicia por la soberanía y la dignidad de los pueblos, marcó a fuego a sociedades de todas las latitudes imaginables, forjando una imagen de sacrificio por el bienestar del otro que perdurará por muchos años, quizás para siempre.

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Pero un hombre no tan solo se define por su vida pública. Y el Che es un ejemplo también de ello. Más allá de imperfecciones que todo ser humano tiene, vivía su vida privada manteniendo los mismos ideales que pretendía legar a los demás.

Su hija Aleida, quien tenía algo menos de siete años cuando militares bolivianos (cuyos mandos reportaban a la CIA y al gobierno de EE.UU) asesinaron a su padre, lo definió en uno de sus tantos viajes a nuestro país. Más allá de que los rasgos comunes con el Che saltan a la vista (la mirada levemente achinada, una marcada ternura al sonreír… y todo ello al servicio de humanizar la voluntad de lucha y determinación, coronada por una inteligencia que brota al momento de abrir la boca y poner en palabras un pensamiento hecho del mismo fuego que el que tenía su padre), a pesar de ser la hija del hombre cuya vida se convirtió en dogma universal y su sola mención es bandera de la lucha contra la opresión del sistema capitalista), lo define como un ser muy romántico pero decidido a hacer lo que debía, más allá de sus limitaciones físicas, aún incluso a costa de su propia vida.

Y por esto mismo, cuenta que el Che, como ella se quedaba durmiendo con la mamá “cuando mi papi llegaba, me llevaba a mi cuarto y me daba un beso tan apretado que me despertaba. Tengo la imagen del cuarto oscuro, de aquel hombre que apenas veo en el día y que sin embargo me está despertando con un apretón inmenso en la cara. Esas imágenes quedan conmigo hablando de la necesidad que él tenía de nosotros, de darnos calor, porque sabía que el tiempo se acababa, que tenía que seguir. Esa intensidad fue la expresión de un padre que quiere dejar algo para sus hijos”. Y continúa diciendo que “siendo yo todavía una adolescente, se me ocurrió un día decirle a mi hermano Camilo ‘Qué bueno si mi papá estuviera, si pudiéramos discutir los problemas que tenemos’. El me miró y me dijo: ‘Si estuviera vivo, no sería nuestro padre’. Y es verdad. Era un hombre que ya había decidido cómo vivir”. Y eso fue el Che: un hombre que decidió cómo y para qué vivir… sabiendo desde que decidió hacerlo, que su vida se iría en ello para que otros lo siguieran en la lucha. Y su hija Aleida es una de esas personas, y por ello dice que ”hay muchas cosas que están mal y hay que seguir intentando cambiar, aunque no nos alcance la vida para lograrlo”.

Por ello los recordatorios, las placas, los monumentos… para festejar que un hombre pudo soñar una idea de un “hombre nuevo”, laborioso pero digno, independiente pero bajo un horizonte de bienestar colectivo, educado sin ser elitista, honesto pero no solo con lo material sino también con las ideas… un mejor hombre al servicio de un mejor mundo para todos y todas… una mejor humanidad. Porque Ernesto Che Guevara, tal como lo dijo su hijo Camilo, “es una carga” que nos obliga a pensar que podemos ser mejores, pero para lograrlo, debemos resistir a quienes pretenden reemplazar trabajo con esclavitud, soberanía por entrega y dependencia, solidaridad por egoísmo, educación por entrenamiento, honestidad material e intelectual por imagen ficticia creada con engaño, difamación, represión y persecución.

Esperemos que alguna vez, estemos a la altura del Che para volver a nacer a imagen y semejanza de sus sueños. Porque él ya nos demostró que es posible. Y como dice el refrán “soñar no cuesta nada”. Pero puede hacernos ganar mucho.

 

 

LA HISTORIA DE LA ICÓNICA IMAGEN DEL CHE QUE ES UN SÍMBOLO EN TODO EL MUNDO.

     

La boina con la estrella, la media melena, la mirada al horizonte… Todo el mundo recuerda la misma imagen cuando piensa en el Che Guevara. La fotografía más icónica del revolucionario argentino, fallecido 1967, es una de las más reconocibles del planeta. Antes de que se popularizara a finales de los 60, de aparecer en cientos de miles de camisetas, en rotondas y en campañas políticas y publicitarias, permaneció años guardada en un estudio: el del fotógrafo Alberto Díaz, Korda, que la tomó en 1960.

La imagen, titulada Guerrillero heroico, fue tomada en La Habana el 5 de marzo de 1960 en el funeral tras el sabotaje del carguero Le Coubre, un barco belga cargado de armas y munición para revolución cubana en el que fallecieron cerca de 100 personas. En la biografía de Ernesto Guevara La vida en rojo, de Jorge Castañeda, Korda recordaba así cómo capturó la imagen, en lo que considera una casualidad:“Me encuentro en un plano más bajo que la tribuna, con una cámara Leica de 9mm. Usé mi telefoto pequeño y recorrí los personajes que están en el primer plano de la tribuna: Fidel, Jean Paul Sarte y Simone de Beauvoir. El Che estaba parado atrás de la tribuna, pero hay un momento que yo paso por un espacio vacío, que está en el frente de la tribuna, y de un segundo plano vacío emerge la figura del Che. Sorpresivamente, se me mete dentro del visor de la cámara y disparo. Acto seguido, me doy cuenta de que la imagen de él es casi un retrato y tiene el cielo atrás, limpio. Viro la cámara en vertical y tiro un segundo disparo. Eso en menos de 10 o 15 segundos. El Che se retira de ahí y no vuelve, fue una casualidad”.

El éxito de la fotografía no fue inmediato. No apareció publicada hasta 1961, un año después de ser tomada, cuando se utilizó para anunciar unas jornadas sobre la industrialización en Cuba. Y quedó de nuevo en el estudio de Korda hasta la muerte del Che en 1967. Fue entonces cuando se popularizó: tras publicarse en la revista París Match, el editor italiano Giacomo Feltrinelli (de ediciones Feltrinelli), la convirtió en el símbolo de los movimientos sociales del 68 en Europa, imprimiéndola masivamente en formato cartel.

“Tras la muerte del Che, [Feltrinelli] imprimió cientos de carteles que llegaron a las calles de París y Praga”, explicó al diario EL PAÍS DarrelCouturier, representante del fotógrafo. “A Korda no le importó. Le pareció una causa justa”. Ya la ola fue imparable…

 

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