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Olmos: la deuda odiosa y el fantasma que nos persigue desde hace dos siglos. El subibaja que acosa a una sociedad argentina que nunca termina de definir su rumbo.

por CARLOS CRUZ

Alejandro Olmos y su denuncia, que derivó en la mayor investigación judicial sobre la deuda externa, nos retrotrae en el tiempo para mostrarnos la repetición de errores que no es tal, sino que coincide con los tiempos del conservadurismo con disfraz liberal que acosó al país desde su misma independencia.

El endeudamiento externo que se fomentó desde EE.UU hacia toda América Latina, cimentado en la represión ejercida por gobiernos dictatoriales sostenidos mediante el apoyo de Norteamérica y sus socios occidentales, tan solo sirvió para extranjerizar a nuestras economías, imponer al dólar por sobre las monedas nacionales (algo en lo que tuvo un particular éxito en nuestro país) y solventar negocios privados de las elites nacionales, que luego defenderían los intereses estadounidenses, que, dicho sea de paso, se hicieron coincidentes con los de ellos mismos.

Es más, esta última afirmación se desprende del fallo del juez Jorge Ballestero dictado en junio de 2000, en la causa conocida con el nombre de su impulsor, Alejandro Olmos, en la que se investigó el proceso de endeudamiento del país durante la última dictadura militar. La causa “Olmos Alejandro s/ Denuncia”, iniciada en octubre de 1982 y cerrada 18 años después (lo que la hizo abstracta e injusta, más allá de la sentencia y sus fundamentos), reúne decenas de investigaciones, millares de fojas, informes periciales, recortes de diarios, declaraciones de ex funcionarios… todos datos que durante esos años fueron recopilándose y que desentrañaron cuáles fueron los mecanismos utilizados para estafar al país.

Durante la larga investigación judicial, desfilaron peritos de organismos oficiales y privados, tanto locales como extranjeros, lo que comprometió a las autoridades civiles y militares de entonces, entre ellas, al ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, a su mano derecha Guillermo Walter Klein (h), quien tuvo a cargo la Secretaría de Programación y Coordinación Económica, y a los distintos presidentes del Banco Central.

Después de una treintena de cuerpos y múltiples anexos, cuatro jueces y 18 años, el caso concluirá sin culpables: el único imputado no procesado, el ex ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz quedó sobreseído definitivamente por prescripción. La embajada de Estados Unidos con complicidad de funcionarios gubernamentales, legislativos y judiciales, se había encargado que así fuese.

Pero si éstos fueron los responsables políticos, los reales beneficiarios fueron las empresas multinacionales que por monedas desembarcaron en el país, los acreedores y algunos grupos económicos, ligados a esos mismos centros financieros internacionales a los que les debíamos dinero. Y así sucedió para Macri, Fortabat, Bunge & Born, Bridas, Bulgheroni, Pérez Companc, Techint (Rocca), Soldati, Pescarmona, y otros (como los medios que acompañaron y aseguraron desde entonces su posición dominante dentro del rubro, como Clarín y La Nación) que contrajeron una cuantiosa deuda privada que más tarde, Cavallo mediante, sería estatizada con una turbia operatoria: los seguros de cambio. Y así, lo que ellos debían, lo pasamos a deber todos los argentinos.

La operatoria se realizó mediante la reforma financiera, acompañada de una devaluación progresiva del peso; una apertura económica brutal que promovió la desindustrialización; y el desmantelamiento del Estado, a caballo de una brutal represión de la resistencia. En palabras del propio Alejandro Olmos, “…primero se modificó la ley, después se hipotecó al país”. Cuando no alcanzó con lo antes mencionado, no se dudo un instante en recurrir simplemente a la trasgresión de las normas legales vigentes. Ilegalidad para construir un espejismo de legalidad.

¿Cómo se llevó a cabo el endeudamiento del país? Simplemente recurrieron al endeudamiento artificial de las empresas públicas en el exterior para hacerse de dólares que nunca se utilizaban (salvo para el pago de retornos) y transfiriéndolos a empresas privadas a través del Banco Central, que culminado el proceso, estatizó esas mismas deudas privadas.

Para dar un ejemplo de esta operatoria, YPF fue obligada a tomar deudas cada tres meses sin ninguna necesidad real. Y los dólares del endeudamiento jamás llegaban a la empresa, sino que se quedaban en el Banco Central. Multiplicando por todos esos créditos, al final de la dictadura, tan solo la deuda de YPF había llegado a 6.000 millones de dólares; dieciséis veces la que tenía en 1976 y un 10 por ciento de la deuda total del país. Mientras esto pasaba, los dólares eran utilizados por los grupos privados para jugar y ganar con los tipos de cambio y la fuga de divisas. ¿Te suena?

Y, como dijimos, tan solo quedó el antecedente de haber declarado fraudulenta e ilegítima la deuda, hallando cientos de casos de corrupción en el endeudamiento, falsificación de documentos y falta de comprobantes que legitimaran los créditos. Pero, como dijimos, los 18 años de tardanza llevaron a la proscripción del único condenado: José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía de la era Videla y símbolo inequívoco de la oligarquía nacional.

Por demás, envió copia de la sentencia al Congreso, que en sus pasillos varios decían que en los años posteriores de corralito y sequía absoluta y explosión social, tan sólo habían servido para abastecer a las toilettes de ambas cámaras legislativas. 

¿Pero esto terminó acá? Ni por asomo…

Como suele sucedernos a los argentinos por poseer un alzheimer político agravado, la operatoria usada en esta estafa, volvió a repetirse hasta con el detalle de tener muchos de los mismos protagonistas. Así, Cavallo, que había estatizado la deuda a favor del hoy llamado “círculo rojo” volvió empoderado como Ministro de Economía de Menem, donde se privatizó hasta el espacio radioeléctrico e implementó la convertibilidad, que fue financiada con… DEUDA EXTERNA. La cosa no daba para más, Menem se tuvo que ir, vino De la Rúa y este, insólitamente, lo VOLVIÓ A CONVOCAR PARA EL MINISTERIO DE ECONOMÍA, donde otra vez, ahora ya con su discípulo Federico Sturzenegger de ladero, endeudó al país a valores imposibles de pagar mediante los acuerdos con el FMI llamados “blindaje” (hasta parece una joda el nombre) y “megacanje” (que supuestamente entregó miles de millones de dólares que significaron tan solo un asiento contable para la Argentina por el canje de bonos, donde no llegó un solo dólar pero incrementó la deuda). Por este último, fueron juzgados y a pesar de probarse que habían puesto a dedo a los bancos Francés, Santander Central Hispano, Galicia, Citigroup, HSBC, JP Morgan y Credit Suisse First Boston, para favorecerlos con el canje, y por el que cobraron 150 millones de dólares, ambos funcionarios fueron sobreseídos por… Martín Irurzun y Eduardo Farah.

¿Te suenan? ¿No? ¿El juez de la doctrina para encarcelar opositores en la era Macri? ¿El juez perseguido por el macrismo que tuvo que pedir un “traslado”?

El tema es que no solo pasó de vuelta, sino que… SE VOLVIÓ A REPETIR 15 AÑOS DESPUÉS.

En efecto, en la era Macri, se utilizó una operatoria de fuga similar pero más pulida por el “progreso” de las cuevas fiscales (paraísos no me parece correcto), de las que el ex presidente era un entusiasta cliente. Así, luego del desendeudamiento de la era Kirchner, acompañado del pase a retiro de un FMI acostumbrado a tener “oficinas” en el Banco Central de la República Argentina (aunque parezca ciencia ficción para muchos), el gobierno del Ingeniero Macri y su equipo, con el “Maradona” de las finanzas, Toto Caputo, a la cabeza (el mejor de los últimos 50 años, decía) y personajes como Prat Gay, Dujovne o Lacunza (que hoy, con cara de granito, desparraman sus “conocimientos” en TN, América o La Nación), nos endeudaron con privados y organismos de crédito, sin hacer distinciones.

Cuando asumió Macri, la deuda externa bruta (y con el FMI afuera) totalizaba u$s157.792 millones y la deuda total representaba el 38% del PBI argentino (algo reconocido por el propio Nicolás Dujovne en TV). Al irse, dejó la deuda externa bruta en u$s277.648, mientras que la total representaba más del 100% de un PBI que había desinflado tras años de recesión con una fuga de capitales de unos u$s88.000 millones. Y solo con el FMI, al que luego de negarlo, volvió a colocar de auditor de la economía (y de paso la política) argentina, se endeudó en u$s47.000 millones (y no fueron u$s57.000 por la negativa de Alberto Fernández al asumir a fines de 2019). Para peor defaulteó LA DEUDA EN PESOS (¡¡¡), algo insólito en materia de política económica, dejando al 28 de agosto de 2019 como el día en que el gobierno de Macri reconoció que, después de liderar el más vertiginoso ciclo de endeudamiento de la historia argentina, no podía cumplir con los vencimientos de capital e intereses en las condiciones pactadas… ni en dólares, ni en pesos.

Así, su herencia dejó no solo una deuda desmesurada que se fugó casi en su totalidad y que en ningún momento representó una inversión de infraestructura para el país, tal como había prometido, incumpliéndola como al resto de sus promesas de campaña, con disparates como el bono a 100 años de “Maradona” Caputo, quien, habiendo perdido las primarias y con el país incendiándose se fue a una playa de Brasil a “descansar” (algo muy común en los funcionarios del PRO), sino que también “negoció” (si es que se puede decir eso en vez de “claudicación”) la devolución de las acreencias con pagos de más de u$s20.000 millones en los años del gobierno que lo suceda. A todas luces, no solo endeudó a varias generaciones de argentinos, sino que les dejó un cronograma de pagos imposible de cumplir.

El gobierno de Alberto Fernández, recibió la herencia y se avino a encauzarla mediante una nueva negociación que dividió en dos partes: la deuda con privados, y la del FMI y el Club de París. Es cierto que la pandemia de COVID-19 fue un mazazo a las aspiraciones del nuevo gobierno, como lo fue para todas las administraciones en todo el mundo, más aún por no contar con recursos para enfrentarla con holgura por el cuello de botella que había dejado el macrismo. Pero también se debe admitir que la negociación con el fondo fue demorada sin razón, ya que el país estaba en posición de amenazar declararla odiosa debido a las múltiples ilegalidades de los funcionarios del propio FMI al otorgar el crédito a una administración con números que hacían imposible para cualquier entidad financiera prestar esa cantidad, que excedía un 1277% a la cuota de Argentina en el organismo. Para peor, se hizo vista gorda del uso del dinero contradiciendo el artículo IV del estatuto del fondo que prohíbe expresamente usar sus desembolsos para “hacer frente a una salida considerable o continua de capital”, señalando también que el FMI “podrá pedir al país miembro que adopte medidas de control para evitar que los recursos generales del Fondo se destinen a tal fin”, algo que tampoco hizo simplemente porque fue un préstamo “político” en la certeza de que habría reelección y las negociaciones posteriores condicionarían aún más al país, algo que luego se mostró como un mal diagnóstico del humor social en nuestro país. Lo que Trump nunca calculó, es que Macri dejase fugar todo el dinero sin destinar casi nada para su reelección, confiado que con su maquinaria mediático-judicial sería suficiente.

Pero también Alberto Fernández, mostró un perfil dubitativo que lo llevó a “negociar” con quienes lo defenestran día a día en un juego de un solo ganador, ya que nunca recibió de ellos nada a cambio. Y si bien se refinanció con éxito la deuda con los privados, la negociación con el fondo se alargó mientras el gobierno se debilitaba cada vez más y dentro de la coalición estallaban los conflictos. Y así llegamos a una negociación donde de banca pasamos a ser punto, y Argentina tuvo que ceder en casi todas sus pretensiones.

Así, el plazo por el que batalló Guzmán no se logro y se avino a firmar un Acuerdo de Facilidades Extendidas que brinda una financiación a diez años de los veinte que se pretendían; con la demora, no se pudo imponer la idea de eliminar la sobretasa con la que el país es castigado por tener una “deuda excesiva” (del 4,05%, la más alta prevista, y que hubiese significado un ahorro de u$s10.000 millones en los diez años), algo que hace dos años los funcionarios del FMI consideraban “negociable”; se quiere recortar el crecimiento (del 4% que proyectaba Guzmán para 2022, el fondo quería que fuese del 2,5%) para que los dólares sean utilizados para pagar el crédito; si bien admite que la inflación del país es multicausal, se desdice en los hechos al restringir hasta llegar a 0% la emisión monetaria, volviendo así a su idea monetarista del fenómeno inflacionario a pesar de sus fracasos anteriores; pretende un recorte del déficit hasta llevarlo también a 0% del PBI, algo que ningún país de primer mundo o en desarrollo hace (en Europa, el Banco Central Europeo, organismo ultra ortodoxo si los hay, admite hasta un 3% para los miembros de la CE). También se contempla recorte de subsidios al transporte y la energía, como también una “extraña” reforma jubilatoria que permita que el trabajador “elija” jubilarse o continuar en actividad, algo que por un lado permite más aportes para financiar jubilaciones, a la vez que representa cierta forma de reforma laboral, al dejar al empleado en edad de retiro optar por una vida laboral más extensa (pero en desmedro de su retiro), haciendo que los más jóvenes vean reducidas sus posibilidades de inserción, a la vez que las patronales aprovechen la movida para -ante la escasez de oferta- rebajar salarios.

Sintetizando, un acuerdo tardío que nos puso al acecho del FMI y la oposición, mostrando una imagen ajada a los votantes que confiaron en el frente en 2019, y haciendo tambalear a la coalición gobernante por lo que muchos consideran una falta de cumplimiento de los compromisos asumidos con el pueblo, ya que su firma, quita margen a la redistribución al desinflar el crecimiento y condiciona al FdT al acoso permanente del fondo (que cada tres meses montará su show), recortando sus posibilidades para 2023, algo que se puede revertir como mostró Cristina Kirchner luego de la puja con las patronales agropecuarias (que ahora prometen volver a la carga), pero que se duda de un gobierno que hasta hoy se mostró dubitativo y, como decía Néstor Kirchner, “fuerte con los débiles y débil con los fuertes”.

Si no hay un acercamiento producto de una negociación “real” entre el presidente y su vice, y se da un profundo cambio de timón en muchos aspectos en los que el gobierno se mostró timorato y falto de reacción, si no se eligen ganadores y perdedores del modelo distintos a los que se vieron hasta ahora… va a ser muy difícil. Si rápidamente se aprovecha haber despejado el horizonte de deuda por unos años para hacer crecer no solo al país, sino a la gente postergada hasta hoy, el panorama puede cambiar rápidamente en esta Argentina nuestra, capital mundial del Alzheimer.

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