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Por primera vez en Argentina, Blatt&Ríos publica “Urbana”, la ficción realista y anticipatoria de Rodolfo Fogwill.

por CARLOS CRUZ

Esta obra del notable escritor de Quilmes, escrita hace dos décadas (la finalizó en 2002), adelanta la crisis urbanística hoy debatida en todas las grandes ciudades, polemizando en simultáneo con la literatura de sus contemporáneos.

“Urbana”, novela escrita por el genial Rodolfo Fogwill (1941-2010) hace ya dos décadas, recién ahora es publicada en el país.

En la novela, el escritor vuelve a la ficción realista y anticipatoria que lo llevó a ser considerado un escritor magistral. A partir personajes que carecen de nombre, tan solo reconocidos ya sea por parentesco, título o función específica, encuadrados en una escenografía porteña rebosante de especulación inmobiliaria y política, Fogwill nos adelanta la crisis urbanística que atravesamos hoy, y que es motivo de debate en todas las grandes ciudades del mudo. Y todo el asunto con una polémica en simultáneo con sus escritores coetáneos.

La novela, que ahora publica Blatt&Ríos, se finalizó allá por 2002. En sus páginas conviven inversores inmobiliarios conocedores de la burocracia estatal a la que saben cómo arrancarle una habilitación e inaugurar un apart hotel al cuál se resisten los vecinos del lugar, con celebrities de segundo orden, modelos que nadie conoce, empresarios sumergidos en las penumbras del anonimato y un personaje siniestro que funciona como aglutinante de una trama que por sencilla, no deja de ser efectiva y anticipatoria, comenzando todo en medio de la fiesta de inauguración del apart durante el verano porteño.   

Lo cierto es que esta obra surgió de una revisión de papeles de Fogwill, quien al hallar esta novela que ya estaba comenzada y no recordaba por qué la había dejado allí inconclusa, decidió terminarla, lo que sucedió finalmente en el año 2002. Luego, se la mandó a Claudio López Lamadrid, su editor en España que dirigía lo que entonces era Random House Mondadori para todo el mundo.

Así, se publicó en España “para la misma época que ´Runa´en Interzona en Buenos Aires”, según dijo el Editor Damián Ríos. Y aclaró que suponía que por ello “no la publique enseguida acá, pero no sé qué pasó, algunos ejemplares circularon pero esta es la primera vez que la publicamos en Argentina”, explicó.

“Él decía que la literatura no trafica con historias, lo que encanta de la literatura, lo bonito, a su entender, era la forma contar. Se ve en César Aira, en Hebe Uhart, en Ricardo Piglia, donde los argumentos no importan tanto como los modos. Es un trabajo contra la originalidad, contra otro tipo de escritura que en aquel momento tenía más vigencia y vendía muchísimo, como la de Abelardo Castillo o la de Soriano”, explica Ríos.

“En ese sentido, cada novela suya es una forma de contar y en ‘Urbana’ -cansado de personajes que se llamaran Pedro o Juan en las novelas de sus contemporáneos y ya en una etapa más madura, tratando de ver la manera de contar una historia-, desarrolla un argumento muy pequeño a partir de un procedimiento vinculado a no describir ni nombrar a los personajes”, indica el editor.

Y concluye: “Como no hay reglas, el arte del escritor vela por la mejor distribución de la justicia de las palabras. Idealmente, lograr que cada una de las palabras cargue algún resultado del vibrar unísono del todo… la armonía inconcebible, inaccesible“.

En síntesis, en “Urbana” se aprende a cómo dosificar los temas y las frases… porque Fogwill nos habla de cuestiones teóricas del mundo  financiero, de sus leyes, sus doctrinas. Pero también habla del peronismo, del fenómeno de la globalización y su correlato con los automatismos… y del lenguaje, y literatura, y de comunicación (“los periodistas exageran y actúan como sabiendo que si no exagerasen perderían su empleo”). Habla y se despacha contra el periodismo y la publicidad… él, que es tanto publicista, como sociólogo o escritor. Un tipo que gana tanto la beca Guggenheim como del Premio Nacional de Literatura. O que presta su voz su voz para vender gaseosas defendiendo a los malos poetas como autor, durante la Guerra de Malvinas, de la icónica novela “Los pichiciegos” que describe los efectos de la Guerra de Malvinas en nuestra sociedad.

“Urbana” es además la tercera publicación de un ciclo de rescate de obra huérfana de Fogwill que comenzó en el año 2018 por Blatt&Ríos con los relatos inéditos de “Memoria romana”, prosiguiendo luego en 2021 con los ensayos de “Estados alterados” y que prevé continuar a fin de este año con el primer libro monográfico sobre la obra completa de Fogwill, a cargo de Ricardo Strafacce, quien por cada libro está escribiendo un capítulo crítico y contextualizando.

Ríos sostiene la importancia de Fogwill en que el escritor “… marcó con su modo de leer y de entender el hacer literario, con su moral respecto de qué es la literatura y más específicamente sobre qué es la literatura argentina. Empezó a publicar a fines de los 70 del siglo XX e iluminó con su presencia y sus grandes textos hasta el presente. Es un escritor que a más de 10 años de su muerte conserva intacta su vigencia”, explica sin tratar de ocultar su admiración.

“Fue uno de los grandes lectores -insiste- sobre todo y de un modo muy generoso con sus contemporáneos, escritores menores que empezaron a publicar después que él, a los que supo leer y promover con una potencia admirable. Eso es una ética respecto de la literatura, a la que tratamos de hacerle honor”, concluye.

A esa ética, quizá, se refirió Fogwill poco antes de su muerte, al presentar sus cuentos completos en España, hablando de “Los pichiciegos”, novela que ahí no aparece porque no es cuento y que carga con la leyenda de haber sido escrita en tres días de corrido dosificando 12 gramos de cocaína: “La leyenda no le da más valor, pero a mí me da orgullo. El valor literario se puede malversar, es cuestionable. Pero hay un valor ético, que es el de haberla hecho y haberla hecho como la hice. Aunque la ética no hace un buen relato”.

Como la mayoría de sus textos… imperdible.


  ROBERTO FOGWILL.

SÍNTESIS DE UN PERSONAJE ÚNICO DUEÑO DE UNA PLUMA GENIAL.

La irreverencia, la pluma mordaz y una intuición al margen de modas efímeras, son las marcas de identidad que deja como legado el escritor Rodolfo Fogwill, que falleció a los 69 años como consecuencia de un problema pulmonar.

El autor de “Restos diurnos” murió en la madrugada del sábado en el Hospital Italiano, donde se encontraba internado a raíz de un enfisema pulmonar derivado de su conocida compulsión al cigarrillo.

A tono con su fama diletante, a lo largo de su vida Fogwill ejerció múltiples oficios, entre ellos sociólogo, empresario, publicista, profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, ensayista y editor de una legendaria colección de libros de poesía.

También trabajó como agente de la Bolsa y fue columnista de temas políticos y culturales. Fuera de su agitada actividad pública, estuvo preso, fue adicto a la cocaína y confesó alguna vez que tuvo un revólver Smith & Wesson a los 10 años, un barco a los 15 y su primera novia a los 17.

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“Por veinte años fui consultor de una tabacalera y pude librarme -en orden- primero del cine, después del dinero, del alcohol, de la marihuana y finalmente de la cocaína, pero aún sigo dependiendo de la estúpida nicotina”, aseguró el autor de eslóganes y campañas publicitarias como “Suaves pero con sabor, el equilibro justo”, para los cigarrillos Jockey.

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Fue el cuento “Muchacha punk” -con el que obtuvo el primer premio en un importante certamen literario en 1980- el disparador que lo impulsó a abandonar su carrera empresaria para comenzar, según sus palabras, “una trama de malentendidos y desgracias” que lo llevaron a su “oficio” de escritor.

Con el dinero de ese galardón fundó una editorial con la que publicó “Poemas”, de Osvaldo Lamborghini, y “Austria-Hungría” de Néstor Perlongher, entre otros.

Fogwill a secas -le gustaba firmar prescindiendo de su nombre de pila- se caracterizó por su personalidad explosiva y su pluma irreverente: de hecho, su permanente uso de la provocación le facilitó contadas enemistadas que incluso minaron la continuidad editorial de su obra.

El escritor, nacido en Buenos Aires en 1941, deja como legado una veintena de títulos que atraviesan todos los géneros pero que mantienen como marca distintiva el sentido del humor y una prosa vertiginosa cargada de referentes que funcionan para enriquecer lo que se narra y al mismo tiempo reflejar la época en que fueron escritas.

Entre sus obras más conocidas se encuentran “Los pichiciegos” -considerada la mejor novela sobre la Guerra de las Malvinas-, “Urbana”, “La experiencia sensible”, “Urbana2”, “Runa” y “Vivir afuera”, con la que consiguió el Premio Nacional de Literatura en 2004.

Hace dos años publicó “Los libros de la guerra”, recopilación de su trabajo en prensa.
También escribió “El efecto de realidad”, “Las horas de citas”, “Mis muertos punk”, “Música japonesa”, “Ejércitos imaginarios”, “Pájaros de la cabeza”, “Partes del todo”, “La buena nueva”, “Una pálida historia de amor “, “Cantos de marineros en las pampas” y “En otro orden de cosas”.

Uno de los temas recurrentes en su narrativa fue el amor: “No sé qué es el amor, pero sé que si hay algo que te puede salvar es el amor. Creo que tiene que ver con el amor propio, una cuestión neurofisiológica que te produce una sensación de totalidad; nada lo puede reemplazar”, definió en una entrevista.

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“Inmediatamente después de salir por la televisión y tener éxito los cinco minutos de gloria de todos en la sociedad democrática, te das cuenta de que no existió, que fue sólo una puesta en escena y que está terriblemente desarticulado… El amor, en cambio, produce un bienestar casi neurológico”, dijo en una entrevista.

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Ganador de la prestigiosa beca internacional Guggenheim en 2003, Fogwill deja a sus lectores un puñado de textos urgentes que dan cuenta de un pensamiento ajeno a las modas y un olfato para intuir “lo distinto”, que lo llevó a descubrir la obra de colegas como Alberto Laiseca, César Aira o Perlongher cuando nadie antes había apostado por ellos.

 
     

 

 

Fogwill, Quiquito
Por Horacio González


No va a ser fácil acostumbrarse a la ausencia de Fogwill, porque estaba en todos los puntos de tensión que pudieran imaginarse en torno de cualquier falla en la imaginación pública. El mismo era una falla y la representaba con un gasto doloroso y una risa de fauno corrosivo. Hasta que largaba algo inesperado, que venía masticando entre acres agresiones, y era una relación inesperada entre las cosas y el pensamiento.

Siempre a la caza, esencialmente atrapaba relaciones de fuerza, oscuras pulsiones sueltas en la vida de todos, molestas revelaciones de las potencias sombrías que están en el lenguaje.

No va a ser fácil acostumbrarse, porque queda su obra, como siempre se dice, pero su obra es como él, es como él era, una frágil membrana de la realidad que se recreaba en cada una de sus actuaciones públicas, de su teatro y comedia del existir.

 

(Suplemento Radar de Página|12 dedicado a Fogwill, 29/08/10)

 

 

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