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Pugliese, Pugliese, Pugliese…

por EMANUEL GIMÉNEZ

Pasaron ya 28 años de aquel 25 de julio de 1995, día en el que se fue uno de los más ilustres músicos que nos regaló el tango: el “maestro” Osvaldo Pugliese. Nacido en Villa Crespo, en diciembre de 1905, hijo de una familia de músicos, su padre flautista le regaló un violín y luego […]

Pasaron ya 28 años de aquel 25 de julio de 1995, día en el que se fue uno de los más ilustres músicos que nos regaló el tango: el “maestro” Osvaldo Pugliese.
Nacido en Villa Crespo, en diciembre de 1905, hijo de una familia de músicos, su padre flautista le regaló un violín y luego lo llevó a estudiar al Conservatorio Odeón, en su propio barrio. Pero pronto, Osvaldo conoció a su amor de toda la vida: el piano. A partir de ello, estudió con grandes maestros, como Vicente Scaramuzza o Pedro Rubione.
Cumplidos los 14 años, abandonó la escuela para ir a “trabajar”, y a los 15, culminando la década del 20 y a meses del primer golpe militar (el de Uriburu), era parte de un trío musical junto con el bandoneonista Domingo Faillac y el violinista Alfredo Ferrito. Debutaron en un bar llamado el “Café de la Chancha” -se dice que se lo llamaba así por su poca higiene-, a puro tango. Al poco tiempo, lo hizo participando con el conjunto en la que se encontraba Francisca Bernardo, la primera bandoneonista de la Argentina, más conocida como “Paquita” o “la flor de Villa Crespo”.
Época en la que Gardel dejaba su cetro. por su prematura muerte en el fatídico vuelo a Medellín, que sesgó su vida en su apogeo a la vez que apuró su pasaje a la inmortalidad, Pugliese rápidamente formó su orquesta con la que colmó de éxitos al tango de su tiempo, que solo terminó con su muerte, a los 89 años. Fue en 1936 cuándo creó un sexteto junto con los bandoneonistas Alfredo Calabró, Juan Abelardo Fernández y Marcos Madrigal, los violinistas Rolando Curzel y Juan Pedro Potenza, y el contrabajista Aniceto Rossi. Esta fue la orquesta con la que conoció el reconocimiento y admiración con las que se arropó durante 55 años, con algunos cambios (como es lógico), pero fiel al espíritu que hizo nacer a su criatura. Así, el maestro Pugliese nos regaló más de 150 canciones, varias de ellas clásicos del tango como “La Yumba”, “Recuerdos”, “La Beba”, “Negracha” o “Malandraca”. Y a ello hay que agregarle los más de 600 temas que hizo para otros músicos y autores.
Y siempre con la apertura del verdadero músico que prioriza el talento por encima del cuidado de la quinta. Así, tocó con Pichuco… y con Piazzolla, con el que hizo una exitosa gira por Europa, con una presentación (hoy famosa) en Amsterdam no exenta de incomodidades. De la misma forma, tampoco le tembló el pulso en juntarse a una producción del Suplemento “SI” con Fito Páez, a pesar de que como había sucedido con Piazzolla (“a Astor a veces no lo entiendo”), al hablar del rock foráneo a mediados de los 70´s había dicho que era “extranjerizante” o “disfrazado”, dichas en un tono colmado de sarcasmo. Sin embargo, el creador de “la Yumba” cambió su visión en los 80. Es por eso que se planeó el cruce con el referente del rock del momento: Fito Páez. Tampoco dudo de hacerlo con Charly García y David Lebón, entre otros.

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Osvaldo Pugliese: un muchacho de barrio.

Trabajador incansable, hombre de principios férreos, adhirió a la causa comunista desde sus orígenes musicales, lugar desde el que batalló para crear el Sindicato Argentino de Músicos del que tuvo el carnet de socio N°5. Con la llegada del peronismo, sufrió la persecución, la censura y hasta la cárcel, hecho que quedaba reflejado si faltaba a una presentación por estar preso, por el clavel rojo que sus compañeros colocaban en el teclado que esa noche no iba a sonar. Su convicción era tan virtuosa que nunca cobró un peso más que sus músicos, demostrando su estilo cooperativista. La persecución continuó con la “Revolución Libertadora”, hecho que no lo hizo que dejase un solo minuto de tocar…
Con el retorno de las libertades luego de la larga noche del Proceso, la naciente democracia lo homenjeó en 1985 (a sus 80 años) con un concierto en el que tocó junto a su orquesta en el prestigioso Teatro Colón, ante un público que lo adoró y ovacionó, como se hace con los tocados por la varita que les otorgó un talento descollante… desde la primera hasta la última canción. Por su orquesta, pasaron destacados cantante e intérpretes como Roberto Chanel, Alberto Morán, Jorge Vidal, Jorge Maciel, Miguel Montero, Alfredo Belusi, Adrián Guida y Abel Córdoba. Córdoba fue quien cantó junto a la orquesta, durante 30 años, dirigido por el Maestro Pugliese.
Recibió innumerables distinciones tanto nacionales como del exterior, entre ellas, la otorgada por el gobierno de Cuba, la medalla “Alejo Carpentier”, la más importante distinción cultural de la Isla; el gobierno francés lo nombró Commandeur de L’Ordre des Arts et Letters y Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre.
Sobre su costado “religioso”, a pesar de su conocido costado laico, su sola invocación supuso “suerte” para quienes lo mencionaban tres veces, lo que le valió la etiqueta de “santo de los músicos” o “antimufa”.
Se dice que esto surgió en un recital de Charly García, donde se fueron sumando varios problemas técnicos que habían retrasado el comienzo del show. Cuándo ya se daba todo por perdido, pues el sonido no podía ser mejorado, alguien del equipo técnico realizó la prueba de sonido con un disco del Maestro Pugliese. Apenas sonó -dice la leyenda- todo fue mejorando cada vez más, por lo cual Charly pudo hacer su show. Había nacido la creencia de la buena suerte que traía invocar al músico, lo que derivó en que se debía hacer tres veces,,, surgieron estampitas y hasta oraciones para los creyentes, e imágenes y escritos para los agnósticos.

Ese 25 de julio de 1995, a sus maravillosos 89 años, dejó este mundo en “su” ciudad, Buenos Aires, dejándonos a Beba -su hija- y a Carla,-su nieta-, ambas pianistas como él, para que tomen la antorcha inacabable de su música y prosigan su legado de virtuosismo, carisma y grandeza que, aún hoy, sigue vigente como el primer día en que se sentó a un piano.

Por eso, desde estas humildes páginas lo homenajeamos con el ya célebre “Pugliese, Pugliese

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