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Cuando el trabajo es el engaño

Casi todos son de una derecha recalcitrante y bárbara. Son conservadores, vendedores del ajuste que nunca termina y dedican sus días a vendernos las necesidades de sus clientes bajo el traje de una libertad a su medida. Sus consejos nos llevaron muchas veces al precipicio y sin embargo no pierden vigencia por el efecto Homero Simpson que generan los medios de comunicación.

Los discursos y las recetas siempre son las mismas. Ante la menor sospecha de crisis (muchas que ellos mismos fogonean) la inflación se vence dejando de lado la emisión y subiendo la tasa de interés.

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Como esto mismo se hizo en tiempos de Dujovne, al que todos aplaudían mientras iba al FMI luego de jurar que no lo haría, y el resultado fue de dos años de horrorosa inflación (la más alta de los últimos 30 años), le agregaron al verso que había sido porque no ajustó para pulverizar el déficit. De hacerlo, hasta un estudiante primerizo sabe que de inmediato se frenaría la economía y en un país con casi la mitad de sus habitantes ya entonces en la pobreza, eso hubiese sido mortal para el consumo y, por ende, para toda la economía, fronteras dentro. ¿Quiénes ganaban con esto? Los de siempre… grandes exportadores de materias primas, especuladores de todo tipo, banqueros, multinacionales y millonarios que de inmediato fugarían su dinero luego de pasarlo a verdes a una de esos paraísos fiscales donde preguntan poco y no cobran casi nada.

¿De quién hablamos? De una manada de economistas-brujos que viven de rosquear y pronosticar idioteces que nunca llegan (sea para un lado o el otro), los que trabajan a sueldo del círculo rojo para defender en cuanto ring fuese necesario los intereses de sus patrones. En cualquier trabajo honesto hubiesen sido despedidos hace mucho, ya que sus pronósticos jamás (o muy pocas veces parcialmente, para ser benévolos) se asemejan a la realidad, pero el error para ellos es virtud y sus empleadores lo saben y obran en consecuencia, logrando multiplicar el dinero en sus bolsillos (y también, proporcionalmente, su poder), mientras los ciudadanos de a pié que escuchan (y lamentablemente muchos creen) atentamente sus profecías, llenan también sus bolsillos, pero de pelusa, cambiando cada tanto su voto pero volviendo quien sabe por qué fuerza extraña a confiar en el error de estos telepastores económicos (hoy también cibernéticos) en un círculo vicioso, que mantiene a la Argentina en un tobogán perpetuo.

Porque estos analistas de la derecha vernácula nos proponen disfrazado de modernidad y desarrollo, una avenida a transitar que nos lleva indefectiblemente a un caos inminente. Mientras tanto, ellos visitan canales, escriben libros y pagan community managers que los insertan en las redes, generando demanda para sus informes de dos carillas y sus charlas pagadas en moneda verde (que también fugan). Cuando llega lo esperado, contradiciendo sus pronósticos catastróficos, casi nadie admite que ha sido engañado por estos chantas, que, increíblemente niegan lo expresado antes haciendo que los engañados no se sientan tan idiotas por haber confiado en un tipo (casi todos lo son) que ha hecho lo mismo decenas de veces. En síntesis… ellos saben que nadie (y menos en Buenos Aires) quiere admitir que actuó como un boludo.

Mucho más difícil es entender a quienes se dicen heterodoxos (y muchos oficialistas) y entran en el juego que les propone la derecha, cercándolos en sus decisiones al hacer parecer que hay solo una alternativa (la que ellos proponen), cuándo lo real es que solo se trata de fantasmas inexistentes o vagos, sacudidos por la presión que ejercen sobre el gobierno para obligarlo bajo amenazas a satisfacer sus intereses y no los de los votantes, o sea el pueblo. Esto es así sea Techint, Clarín, La Nación, las multinacionales de acá o allá, las energéticas, las mineras o el complejo agroexportador.

Hoy, sin ir más lejos, más allá de los problemas heredados del macrismo y los de la pandemia, la economía real muestra en la mayoría de los indicadores de actividad una robusta recuperación. Y esto no fue justamente por seguir los consejos que entregaban la chantocracia y sus patrones. Es que a pesar de que esta pandemia fue como una guerra para todas las sociedades a lo largo del globo, pareciera que para estos tipos la culpa es del gobierno, como si no hubiera explotado a tan solo tres meses de haber asumido, y luego de una recesión brutal producto de “sus” recetas.

La realidad es que mientras los gurúes decían que la economía recién se iba a recuperar en cuatro o cinco años, los datos del INDEC (Moreno fue, qué dirán ahora) muestran que en tan solo un año (y aún en medio de la pandemia) ya se recuperó todo lo perdido y, en el caso de la industria, en muchas ramas ya se trabaja más que en 2019, durante el reinado de Kaos (o si prefiere, de Mauricio Macri).

Se crearon 125.000 puestos de trabajo privado formales (en diez meses seguidos), haciendo que en la industria se esté 36.000 puestos por encima de finales de 2019. De estos puestos, 15.000 son de alto valor y pertenecen a la economía del conocimiento (industria del software), a raíz de un acompañamiento constante a través de políticas de fomento de la actividad. También se fomentó el crédito para inversión en pymes y para el rubro inversiones en general también se trabaja en franca alza: un 13% por sobre el 2019. Y se envió al Congreso proyectos de ley para impulsar la producción nacional en la economía del conocimiento, la agroindustria, los hidrocarburos, y también para generar nuevos como el cannabis medicinal o vehículos eléctricos. O el Plan de Desarrollo Productivo Verde, para que nuestra producción mejore su huella ambiental y para crear nuevos sectores como el hidrógeno verde, donde la empresa Fortescue anunció la mayor inversión del siglo XXI para Argentina, por 8400 millones de dólares, para producirlo en nuestro país, con un potencial impacto en múltiples cadenas de valor. Se capitalizó IMPSA, que estaba a punto de quebrar. IMPSA produce múltiples cosas, entre ellas, molinos eólicos, que serán fundamentales para nuestra transición ecológica. Hubo además entre 2020 y 2021, 1146 anuncios de inversión por 47.342 millones de dólares, tanto de empresas multinacionales como locales, y en sectores productivos de todo tipo: agro, industria, energía, software, minería, etc.

¿Hay problemas? Sí, seguro. Una deuda enorme tanto con privados (ya refinanciada con éxito con un ahorro de 37.000 millones de dólares) como con el FMI (45.000 millones de u$s, regalo del PRO), con quien se está negociando. La inflación es difícil de atacar en una economía concentrada y bimonetaria como la nuestra y la pobreza extrema no tiene tiempo de espera para ser resuelta. Pero hay camino por recorrer y no negro como el que auguran los chantas mediáticos y políticos. Es cuestión de arremangarse, tener agallas y trabajar mucho.

El Top Ten de la chantocracia.

Si no hacemos caso omiso a la lógica que nos quieren imponer los vende humo a través de los grandes medios y los lobbies empresarios, si no rechazamos los análisis conservadores que ya fallaron a lo largo de nuestra historia una y otra vez causando verdaderos desastres económicos y sociales, estamos condenados a un fracaso (nosotros, no ellos) perpetuo. No hay que comprar el miedo que nos venden los pseudoeconomistas y los políticos inescrupulosos vendidos al poder.

Casi todos los economistas que trajinan día y noche los canales opositores son conservadores, fogoneros del ajuste permanente (para nosotros, no para ellos ni para sus jefes), quedando la discusión económica encorsetada bajo un discurso único: el ortodoxo. Se moldea así el pensamiento colectivo ocultando lo que pueda perjudicar “sus” intereses, aunque ello signifique el retroceso de las mayorías. Ese ocultamiento de los problemas estructurales de la economía nacional que funcionan como limitantes se realiza justamente para evitar su resolución, algo que les mellaría su poder y el dinero de sus clientes. Por el contrario, se fortalecen las ideas reaccionarias para que se hagan carne en el tejido social (en especial en los sectores más vulnerables), haciendo que acepten de buen grado los mandamientos de sus verdugos.

Cuantificando la labor de estos detestables chantapufis, un trabajo reciente de Ejes de Comunicación (https://portal.ejes.com) relevó 1444 participaciones de 230 economistas (207 hombres y… 23 mujeres. Machista el asunto, ¿no?), en radio y TV, del 1° de enero al 25 de octubre de 2021, en el que quedó de manifiesto el escandaloso dominio de espadas  de la más rancia ortodoxia conservadora (VER CUADRO I). En cuanto a los medios en los que fueron convocados, los más prolíficos fueron América 24 (329 apariciones), CNN Radio (197), América TV (24) y Radio Con Vos (36).

Si alargamos el estudio desde 2018 al 2021, no es difícil adivinar a su líder: el diputado electo y miembro de la chantocracia y ahora de la “casta”, Javier Milei, quien en el primer gráfico no fue tenido en cuenta no por no seguir liderando las preferencias de la derecha vernácula sino porque fue candidato en las elecciones.

En la misma situación de Milei, por ser candidatos en las elecciones (teniendo igual una fuerte presencia mediática) están José Luis Espert, Matías Tombolini, Rodrigo Mirra y Martín Tetaz. Menos Tombolini (que tampoco es lo que se dice un heterodoxo de pies a cabeza) los otros tres tienen mensajes económicos ortodoxos.

El gran desafío (y el asunto con lo que habrá que batallar contra estos economistas de set) es la defensa del trabajo con derechos plenos y la recomposición de ingresos de los sectores populares, tanto activos (en blanco o en negro, a los que se debe buscar blanquear) como pasivos. La ventaja es que se hará desde un camino ascendente del ciclo económico, a no ser que esto sea abortado por alguno de los chamuyos de la derecha vernácula, llámese devaluación extrema, desdoblamiento del tipo de cambio, o una pésima gestión en la negociación con el FMI. Para ello, la búsqueda de dólares a través de la vía comercial o financiera sin perjudicar el crecimiento, y que este se reparta de forma equitativa, son los dos objetivos de cualquier política que se precie de defensora del bienestar general, mal que les pese a los vende humo que operan en la city porteña y sus medios de comunicación.

Por JULIO ALBORNOZ para Urbanave

 

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