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Reforma del Sistema de Salud en Argentina: ¿Cómo hacer algo ya considerado inevitable y necesario para lograr una mejor salud pública?

por CARLOS CRUZ

¿Cómo está armado el sistema en la actualidad? ¿Hay alguna reforma en estudio? ¿Es posible aunar criterios para zanjar las lógicas diferfencias entre el modelo estatal, el sindical y el privado? ¿Qué desafíos nos esperan luego de que la pandemia desnudó que cómo está hoy el sistema es incompetente para hacer frente a este tipo de urgencias? Buscamos a los responsables del área de salud en la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la ciudad para ver cuáles son sus puntos de vista y en que se diferencian.

A esta altura ya no podemos hablar de la salud pública como si estuviésemos a principios o mediados del siglo XX. Esta bien reivindicar los progresos conseguidos por el peronismo de Perón y fustigar los del peronismo de Ménem, o el abandono de la salud pública en épocas del Proceso, o de De la Rúa… o Macri. Sirve como antecedente histórico, de posicionar la brújula sabiendo a dónde no debemos ir… pero no más de ello. Ni siquiera podemos pararnos en el lugar en el que vivíamos 15 o 20 años atrás, ya no.

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En un mundo que se muestra cada vez más hostil no solo por un neocapitalismo que nos “regala” un ajuste brutal e interminable, sino también porque el mismo sistema consume todos los recursos disponibles a su alcance sin límite ni frenos alguno (comportándose como un chico encerrado en un kiosco de golosinas) provocando una respuesta equivalente de la naturaleza, algo que siempre hace cuando es agredida en demasía para mantener el equilibrio y evitar el colapso total. Y así, los desastres naturales, las nuevas enfermedades y, con ellas, las respectivas pandemias, azotan al mundo cada vez con mayor virulencia y agresividad.

Y el sistema de salud pública mundial cruje, tal como demostró el COVID-19 en estos últimos años. Y en nuestro país el sistema de salud. más allá de soportar relativamente bien el drama que vivió (y aún vive) el mundo, mostró todas sus flaquezas, dejando en el ridículo a los fanáticos del “mercado”, que vieron como hacían agua sus prepagas y debían derivarlos al tan odiado sistema público, que, con apoyo del Estado, bancó la parada y evitó una tragedia infinitamente superior a la que existió hasta hoy.

…..

Cuando la evolución de la sociedad de la que somos parte nos hace reclamar una mayor oferta y calidad de los servicios médicos que nos brindan. a lo que agregamos que estos sean controlados por las autoridades encargadas de la salud en un grado superior al que le exigimos en otras áreas, estamos diciéndole que no solo la cuestión sanitaria tiene importancia per se, sino que además influye notoriamente en la producción, el trabajo y nuestra satisfacción en general, con su desempeño. Esto es porque en este presente que nos toca transitar, la salud excede su órbita y su influencia se expande a otros quehaceres que atañen a nuestras vidas.

Porque hoy por hoy, hay toda una cadena de producción que la nutre (como también nutre a muchos de nosotros), llevando a un aumento cada vez más acelerado de los objetivos que se propone, ampliando más y más su primordial objetivo de atender la prevención y el cuidado de la salud de la población. En este momento pues, mejorar la salud pública es una inversión indiscutible.

Es erróneo plantear las políticas de salud colocándoles un cerco que las encierra dentro del corset de la mera atención médica, más allá que ello represente un noventa por ciento del gasto total que insume su mantenimiento. Porque aunque este bastante oculto a los ojos de la discusión social (así quieren que sea los grandes capitalistas que dominan la economía), dentro de este gasto esta el valor agregado que genera el control de calidad de medicamentos y alimentos en los que participa el sector Salud. Y esto hace que el sector aumente no solo su participación en el producto bruto interno nacional, sino que con ello tracciona a generar mayor empleo en su área y también en las que le proveen de los bienes y servicios que requiere, y hasta en los sectores que debe controlar o regular.

La crisis generada por los problemas económicos surgidos en el macrismo (recesión, ajuste y deuda externa que hipoteca el futuro, tomada con la banca privada y con los organismos internacionales de crédito…), la degradación de la salud (institucionalmente recordemos que pasó de Ministerio a Secretaría, o sea, menos recursos para invertir) a la que los neoliberales con su miopía (o más bien su angurria voraz) ven como “gasto” repercutió de mala manera en el sistema de salud, algo que fue minando los servicios de atención médica, que paulatinamente quedaron rezagados del avance tecnológico. Así, la deuda económica se paga hoy incrementando la deuda social.

Al debilitarse los controles estatales tanto para el control de la calidad de los servicios sanitarios, como para la producción de medicamentos, la industria de la alimentación y de productos agrícolas, se deteriora de igual manera el retorno económico que aporta el sector de la salud y sus derivaciones al bienestar y el desarrollo del país.

Este proceso, que hoy es ya directamente destructivo del sector, otrora, en los ochenta y fundamentalmente en los noventa, hizo que la población creyera en que el abandono del sector público y la transferencia de sus obligaciones hacia el “mercado” privado, era la solución a todos los problemas nacionales y, dentro de ellos, los referidas a la salud. Esto apalancó (más allá del abandono del sistema estatal de salud) una fortísima transferencia de “clientes” hacia la medicina privada a través de las prepagas, llevándose la “crema” de los afiliados del sistema sindical de salud, que junto al público atendía las necesidades de la mayoría de los argentinos, siendo este último el encargado de contribuir al desarrollo de la investigación y la innovación tecnológica nacionales.

A pesar de que desde hace tiempo mostraban síntomas de agotamiento, las empresas de salud argentinas estallaron ante la realidad que les presentó la pandemia, casi abandonando a sus afiliados, que muchas veces pagan pequeñas fortunas para “pertenecer” a un sistema que se distingue por el “confort” de su hotelería más que por la real calidad de los servicios que brinda a sus asociados. Así, pidió el auxilio del hospital público y la medicina sindical, que fueron (en especial el primero) quienes aportaron el know-how del tratamiento del COVID-19, además de su futura prevención a través de la campaña de vacunación. Todo se hizo a la velocidad de la luz para reconstruir una infraestructura herida de muerte que había dejado el abandono macrista, aportando los fondos, los especialistas, las universidades, el CONICET, además de asociarse a empresas privadas para desarrollar terapias, métodos de diagnóstico y vacunas, entre muchas otras cosas.

 

COMO SE FORMÓ EL SISTEMA DE SALUD ARGENTINO.

Podemos resumir la historia de la formación y organización de los servicios de Salud en la República Argentina como una vertiginosa dinámica de trabajosos avances y bruscos retrocesos hacia un sistema integrado. Su complejidad por su desordenada formación y la fragmentación en que está sumido el sistema constituyen los rasgos más marcados del sistema, entendiendo la fragmentación no como a una excesiva cantidad de actores, sino a la  disolución de la responsabilidad por los cuidados de salud de la población.

Fueron tres los momentos de nuestra historia en los que se trató de integrar al sistema, a saber:

  • El primero fue el proyecto de Ramón Carrillo, donde se formó un servicio nacional centralizado que compartía parte de su capacidad instalada y de sus recursos humanos con un sistema extendido de múltiples seguros sociales. No conforme con la interacción entre las diferentes partes del sistema con la provisión de servicios, Carrillo buscaba un futuro objetivo de resarcimiento a los servicios que brindaba el Estado por las prestaciones realizadas a los beneficiarios de los seguros sociales e incluso a usuarios del sector privado.
  • Luego, veinte años más tarde se buscó la integración, con el mismo eje en el modelo de atención, pero en esa ocasión de manera descentralizada y con centro en el manejo provincial.
  • El tercero, y último gran proyecto, consistió en la búsqueda de unificar la financiación del sistema como forma de universalizarlo a través de una variedad de múltiples seguros que brinden las mismas protecciones.

Hoy, el desafío es, reconociendo las virtudes y limitaciones de cada proyecto realizado, buscar una síntesis de todos que permita avanzar hacia una saludable integración teniendo en cuenta las características de cada grupo, en la búsqueda de una mejor producción de salud en la Argentina a través de la eficiencia, basada esta en una mejor calidad y equidad. El único condicionante para ello es la necesidad de una férrea decisión política necesaria  para su implementación, para la que hay que vencer al vasto sistema de (des)información que trabaja tan solo para defender intereses sectoriales y no para el bienestar de la población, algo que ya deberían haber entendido muchos argentinos, que siguen aún a pie juntillas sus mentirosas sentencias.

Esta supuesta inviabilidad política que menea el establishment por medio de sus medios controlados, se expresó de diversas formas, desde conflictos y enfrentamientos discursivos, presiones para la destitución de autoridades sanitarias, hasta movilizaciones y huelgas. El resultado de estas tensiones tan solo benefició a un puñado de individuos que apostaron a la salud desde un lugar indiscutiblemente mercantilista, donde los mayores perdedores fueron los ciudadanos, porque los resultados de salud son hoy inferiores a los conquistados por otros países que avanzaron hacia la integración de sus sistemas de Salud.

Además, los servicios brindados por el sistema público, operando en condiciones muy inferiores a las que tenían hace cincuenta años, como asimismo las obras sociales, con costos crecientes y problemas de financiación, además de la fuga de la “crema” de sus afiliados hacia el sector prepago y con una fuga creciente de beneficiarios hacia el sector prepago, las condiciones generales que enfrentan y que comparten con las prepagas, las condiciones para el ejercicio de la actividad en el país son precarias.

El desafío entonces para tener un sistema integrado y efectivo que dependerá de los actores del mismo, pero más aún de quienes tienen la responsabilidad política de su puesta a punto y funcionamiento. Porque si bien la enfermedad del sistema de Salud es política, su cura también lo es más aún. Ese y no otro, es el desafío a superar para nuestra clase dirigente, de la que esperamos que algún día esté a la altura de las circunstancias.

 

DANIEL GOLLÁN / NICOLÁS KREPLAK (1)

 “Un modelo más eficiente deja de lado a aquellos sectores que sacan rentas indebidas del sistema”

 

En palabras de Kreplak, ambos “…desde hace años que estamos elaborando la idea de promover un sistema integrado de salud, algo que está en todos nuestros papers y en las ponencias en foros sobre el tema. Pero la experiencia vivida en pandemia nos hizo madurar el asunto y hoy, al hablar de una reforma en el sistema de salud, obviamente a través del Parlamento Nacional, ya que nos permite saltar el límite que Buenos Aires tienen como provincia. Y es algo que nos abre una puerta trascendental para modificar un sistema que la pandemia mostró anticuado y lleno de falencias. Y esto es así por necesidad y oportunidad para hacer esas correcciones”.

Sobre la posibilidad de consensuar una ley marco del sistema de salud, Gollán explicó que “Creemos que con parte del radicalismo existen muchas coincidencias… más que las diferencias, por lo que hay un campo donde se puede sembrar esta idea. Y esto más allá de algunas resistencias, que conocemos y que no vienen del lado de la política (salvo de esos sectores que mencioné), sino de cierto sectores que puedan sentir que un modelo más eficiente deja de lado a quienes sacan rentas indebidas del sistema. Pero ese es un tema que habrá que resolver y tensionar cuando haga falta… no es imposible si hay la voluntad política de hacerlo”.

Y completó el actual Ministro de Salud bonaerense: “También, siendo realistas, hay que aceptar que si no hay inversión, no hay reforma. La reforma (como todas las acciones de gobierno) tiene un valor económico… cuasta plata. Pensar otra cosa es una fábula. Y esto es porque hoy, sin esa reforma, mucho del dinero gastado tiene un uso ineficiente , por lo que primero precisamos hacer un trabajo fuerte hacia adentro del sector, demostrando que esa transformación nos hará más eficientes. Porque para ello precisamos incorporar muchos trabajadores, en especial en la atención primaria de la salud de los territorios. Y para ello, debemos quedar fuera de todo tipo de ajuste, porque ese ajuste significaría la caída del presupuesto, haciendo permanecer esa ineficiencia de la que hablamos…”.

“Esto se ve clarito en el sistema sindical de atención en obras sociales, donde ante el ajuste se afecta su recaudación -que es lo que tienen más allá de alguna compensación excepcional del Estado- y eso hace que se comience a pensar en recorte de prestaciones, o sea, empeora el sistema”, concluyó Gollán ejemplificando el asunto.

Y siguió: “Es difícil resumir en unas líneas todos los problemas del sistema… requiere un trabajo intelectual enorme, porque son muchos y añejos… estructurales diría. Lo que está claro es que hoy contamos con un  Tenemos un modelo de atención de cuidado de la salud que es muy ineficiente y un sistema de financiamiento que es tremendamente ineficiente, producto de una desarticulación, fragmentación del sistema, desorganización estructural del sistema buscada por algunos intereses y, en algunos casos, se desarrolla de esa manera y los intereses se instalan bajo esa lógica. Entonces hay intereses concretos que, cuando uno quiere reordenar el sistema, se ven afectados”.

La idea que ustedes buscan materializar, ¿está lejos de lo que proyecta el Ministerio de Salud de la Nación? ¿observan factible aunar criterios… que sea un aliado en la cuestión, siendo hoy este un espacio descentralizado?

Gollan: Si analizamos objetivamente la autoridad actual del ministerio sobre el conjunto de sistemas, esta dista de ser la ideal, pues con los elementos y presupuesto que hoy tiene está lejos de poder gobernarlos… hoy el Ministerio de Salud de la Nación, resumiendo, tiene el objetivo de tan solo decir “hay que hacer”, con un número de programas nacionales que tratan (muchas de las veces sin éxito) homogeneizar algunas políticas territorialmente, extendiéndolas a todo el país, y hasta ahí llega. Con escasas regulaciones, en lo cotidiano, es imposible realizar un verdadero control y gestión general del sistema, por lo que de hacer algo distinto y cercano a nuestras ideas, habría que reforzar mucho el control y asumir el gobierno del sistema. Y digo esto porque el sistema, desde lo público, es tremendamente inequitativo –tanto por regiones o provincias, como por lugares de nacimiento e incluso por barrios de un mismo municipio–, pero con una historia detrás que nos ofrece respuestas cuando lo necesitamos, como sucedió en los peores momentos de la pandemia… pero manteniendo esas condiciones de inequidad de las que hablamos. Los problemas del sistema sindical ya los mencionamos (subsisten por los sindicatos que financian a sus obras sociales, aportando la diferencia entre los gastos reales y la recaudación, a la espera del esporádico salvataje estatal), pero del sector privado hoy está claro que sin la Ley de Emergencia, hoy estarían en quiebra el 95 % de las clínicas y sanatorios por las deudas históricas que mantienen con el sistema provisional y con la AFIP, por ejemplo. El prestador hoy está uno de sus peores momentos históricos. Y la pandemia no solo desnudó sus falencias, sino que los dejó muy endeudados también con sus proveedores. Si bien los cambios para terminar con esto y lograr un proceso virtuoso para todos lleva tiempo, la necesidad de concretarlo es innegable y su reordenamiento puede comenzar en el presente, volteando la resistencia de sectores minoritarios que hicieron de la salud un mero negocio basado en la especulación financiera”.

(1) Ambos militaron desde hace años y luego fueron convocados a trabajar en el Ministerio de Salud en tiempos en que Manzur era el misnistro. Luego, formaron la Fundación Soberanía Sanitaria y el Frente Ciudadano por la Salud dentro de la estructura del Instituto PATRIA, hasta que en 2019, los convocó el electo gobernador bonaerense, Axel Kicillof, para los cargos de ministro y viceministro de Salud. TYa en las parlamentarias de 2021, Gollan asumió una candidatura a diputado nacional y, al ser electo, fue Kreplak quien lo sucedió en el cargo ministerial, lugar donde siguen hasta nuestros díass.

CARLA VIZZOTTI

“La salud debe dejar de ser vista como un bien de consumo”.

 

La ministra de Salud de la Nación desde la salida de Ginés González García, hace hincapié en el trabajo en conjunto con todos los sectores involucrados. “Todos los subsectores tienen sus particularidades, pero ninguno de ellos por si solo tiene la posibilidad de generar un cambio en el sistema de salud. La mirada debe ser integradora”.

Para la ministra, el tema de la reforma del sistema de salud “era algo que sabíamos desde hace tiempo, pero la pandemia lo mostró en toda su magnitud, por lo que para cualquiera hoy está claro que la salud bien coordinada es algo fundamental para desarrollarse, para crecer económicamente, para estudiar, para trabajar y para producir. Eso podemos decir hoy que es una discusión ganada, pero de todas maneras hay que moverse y trabajar para evitar que este concepto, como antes ya paso con otros en nuestra historia, no pase al olvido”.

Para Vizzotti, el centro del asunto está puesto en la integración de los sectores. “La palabra que nos surge para en nuestro equipo es integrar, hacer un análisis y saber que tenemos que hacer mucho más eficiente el gasto, que es obvio que la salud es un derecho y que todas las personas en Argentina tienen que acceder a una salud de calidad, de manera oportuna y equitativa, dejando de lado donde vivan o cuál es su poder adquisitivo. Tenemos la obligación primaria de instalar eso, para comenzar a desandar el camino que nos llevo a este lugar”.

En la visión de la ministra, luego viene el momento de implementar (aunando criterios que convenzan a las partes) la rectoría y la gobernanza del sistema, lo que incluye mejorar el financiamiento, pero sobre todo hacerlo con acciones de calidad, a través de un plan general que ya fue presentado a los actores del sistema, supuestamente con buena respuesta. “La idea fundamental del plan es que tanto los prestadores, como los financiadores, las obras sociales nacionales, provinciales, las que tienen de su organización propia, el PAMI, y el sector privado y las prepagas tengan una mirada sanitaria. Digamos, adhieran a las estrategias de salud pública”.

Vizzotti explica que la pandemia los llevó a trabajar en conjunto, buscando una organización más eficaz. De ese acercamiento -dice-  surgió un consenso muy sólido en el diagnóstico de situación del sistema de salud. Pero también avisa que “… la mirada del Estado Nacional es coincidente, pero si cada uno va a pedir su parte es muy poco posible que se pueda llegar a un resultado concreto. Entonces lo que tenemos que hacer es sentarnos en una mesa, hacer una propuesta como sector salud, porque a mí lo que me gusta decir es que yo soy la ministra de Salud del país, no soy la ministra de Salud pública. Y eso se ha visto entonces, nosotros tenemos realmente que articular y verlos como socios estratégicos”.

Y a continuación hace hincapié en los problemas que generó la descentralización del sistema en la era menemista, problemas que enfrentan las provincias y que hacen que sea más ineficiente y, fundamentalmente, más desigual, ya que depende de la provincia o municipio al que pertenezca. Y dentro de esta problemática afirma que otro de los objetivos es lograr no solo una integración virtuosa entre los subsectores del sistema sanitario, sino que a la vez esto se haga dentro de un marco federal de la cuestión. Y a la vez, también trabajar en la problemática de las obras sociales, ya que (luego de reuniones con la CGT) el 80% de sus afiliados están distribuidos en tan solo el 20% de las obras sociales. Y ello hace primordial eficientizar el financiamiento desde esa mirada en relación a las 300 obras sociales existentes. Porque algunas son tan pequeñas, que requieren tercerizar en alguna prepaga, en otra obra social o en el sector público, haciendo que aumente el gasto y la ineficiencia de su funcionamiento. Entonces, más allá del interés de los sindicatos en el financiamiento de las obras sociales, se precisan también ideas para ver de que manera ase pueden unificar obras sociales para que sean viables económica y financieramente.

La ministra insiste en el trabajo conjunto de todos los sectores involucrados y afirma que “todos los subsectores tienen particularidades, pero ninguno tiene la posibilidad de por sí mismo generar un cambio en el sistema de salud, entonces esa es la mirada”, con lo que insiste en las mesas de trabajo con los distintos actores, que va desde las obras sociales municipales a las grandes prepagas. Y además, sabiendo que la foto es diferente de acuerdo a la posición socio-económica de la población. Quienes cuentan con los ingresos más bajos se atiende casi de manera exclusiva en el sistema público, y que en los quintiles más altos es al revés: “se gasta un 30%”.

De igual forma sucede de acuerdo a la localidad o provincia que se observe: mientras que en AMBA, alrededor del 45% de las personas de los quintiles más altos se atienden en la medicina prepaga, en el NOA ese número se reduce al 7%. Por lo que la mirada y la incidencia del sector privado depende mucho de estas variables. Hay muchas provincias donde la atención se brinde casi de forma exclusiva en el sistema público, o, en todo caso, poseen obras sociales provinciales muy grandes. Por ello Vizzotti insiste en la mirada federal que debe tener el proyecto transformador: “… entonces ahí de vuelta es necesaria esa mirada federal, y cuando vos tenés que integrar sistemas de salud, tenés que integrarlos con la mirada de cada provincia. Tenés que tener una propuesta de integración para cada una de las provincias…”.

Hablando de la necesidad de eficiencia del sistema, la ministra cuenta que la pandemia posibilitó una mayor articulación con las prepagas, lo que destapó muchas cuestiones que no se habían visto ni estudiado en detalle. Y señala un prejuicio habitual a la hora de pensar en las prepagas: la mayoría de sus socios tienen este servicio a través de la desregulación de sus obras sociales. Y, de la misma forma que estas, también hay prepagas muy grandes y otras mucho más pequeñas, que atraviesan conflictos de financiamiento como los de las obras sociales. Ese es un lugar donde actuar y echar por tierra la imagen que centra a las prepagas en brindar servicio de calidad, quedando en segundo plano la indicación y la evidencia científica. “Verlo como si fuera un bien de consumo a la salud es algo que sería muy importante empezar a cambiar y en eso tiene un rol muy grande la sociedad. Digamos, el consumo de antibióticos, el consumo de medicamentos, el consumo de la salud como si fuera un bien de consumo. O mismo solamente pensar en lo que es la hotelería. Todas estas cosas son cosas que tenemos que empezar a poner en palabras”, explica Vizzotti .

Y poniendo esto en palabras de la ministra de Salud de la Nación no hay duda que “hay que entender que la atención de la salud tiene que tener evidencia científica, tiene que estar basada en la evidencia científica. Y eso no es restringir el acceso a la salud es prestar cuidado con acciones concretas que tienen beneficios y hacer mucho más eficiente el gasto, la inversión y mejorar los resultados también. (…) Evaluar algo integral, no es solamente decir esto sirve hay que dárselo a todo el mundo, sino ver para quién sirve, para quién está indicado y el impacto que tiene eso en el financiamiento, si es sustentable. Porque si se recomienda algo que no es sustentable lo que va a suceder es que se va a perjudicar eso y todo el resto del financiamiento”.

 

FERNÁN QUIRÓS

“Nuestro país no cuenta una ley que determine cómo es el sistema sanitario”.

El ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires cree fundamental para integrar el sistema, poner reglas claras por medio de sumar legislación; garantizando “la continuidad de cuidados y el acceso a la información” de los pacientes y fue crítico a la hora de hablar de las diferencias en la atención que hay entre las distintas jurisdicciones.

Cuándo se le solicita que de un diagnóstico general del sistema de salud en el país, el ministro de Salud de CABA explica que hacerlo de forma genérica no es fácil por las características de cada subsector que lo compone. Y da vuelta el foco de la cámara para hacer una mirada del sistema desde la sociedad y no de los especialistas. Y ahi, explica que mirando desde el lado de la gente “encontrás un conjunto de sistemas que muchas veces están aislados y funcionan como silos. Ese es el debate que tenemos que dar. Si miraras al sistema desde la comunidad, deberías recibir una organización común. No importa luego, del otro lado, cómo funcionan los financiamientos o las gestiones. Ese es el debate que falta y, naturalmente, requiere de mucha gente capacitada para darlo, pero también de mucha voluntad política de que verdaderamente la sociedad se merece un cambio en este sentido”.

Quirós dividió las problemáticas en cuatro partes: el financiamiento, la gestión del recurso, las contrataciones y la provisión de servicios.

Al hablar del financiamiento explica que “se divide en público y privado, considerando al público todo aquel financiamiento que es de aporte obligatorio y que debe tener cierto nivel de progresividad y equidad. Eso deviene del pago de impuestos habituales que van a los presupuestos generales y también del pago de impuestos específicos como es el impuesto al trabajo que va para las obras sociales. Luego tenemos el aporte privado, que es el voluntario, el que una persona decide aportar todos los meses ya sea un prepago o un diferencial con alguna cobertura o incluso para comprar medicamentos o pagar algunos estudios. En cuanto a esta primera capa, hoy tenemos dos fuentes de financiamiento público que tienen poco grado de coordinación, que es el que va a los presupuestos y a las obras sociales. Requiere un análisis sobre cómo se puede optimizar, sobre todo manteniendo el financiamiento público en las cajas públicas, y para darle cierto nivel de progresividad: que cada uno aporte por lo que puede y reciba por lo que necesite”.

Sobre la segunda capa, la gestión de los recursos, expresó: “Estamos los ministros que gestionamos el recurso que viene de impuestos y están las obras sociales provinciales y nacionales, junto a todos los grupos que reciben el fondo de aportes obligatorios o públicos. ¿Podemos darle una optimización, una mejor coordinación, una mejor capacitación para organizar los sistemas provinciales, municipales? Este sería un segundo debate”.

Al hablar de las contrataciones, Quirós diferencia lo que pasa en el sistema público, en el privado y en las obras sociales: “Los sistemas públicos cuentan con trabajadores públicos y tienen una estrategia que intenta ser universal, gratuita y accesible. Luego está la seguridad social, que tiene modelos más montados en redes de cuidado de su propia comunidad. Después están los sistemas privados que participan con la misma lógica. Ahí, en cuanto a las contrataciones, hay un intento de organización que es el PMO (Programa Médico Obligatorio) que, de alguna manera, te dice: ‘Contratalos de la manera que vos consideres, pero lo que tenés que cubrir es esto’. Allí hay una tercera oportunidad de mejora, sobre todo mirando que cada una de esas áreas tiene estrategias, metodologías y circuitos diferentes”.

Finalmente, la cuarta capa, la de la provisión de servicios, el ministro las divide entre “las instituciones que son de la seguridad social, otras privadas con fines de lucro y otras sin fines de lucro: las públicas, siempre entendiendo que el sistema de provisión de servicios se tiene que organizar en base a las necesidades culturales, históricas, socioeconómicas y sanitarias que tiene la población. Con lo cual, una vez que tenés esa organización, necesitás darte vuelta, vincularte con la comunidad y entender cuáles son las prioridades, necesidades y realidades de esa comunidad en cada lugar, barrio o ciudad que tiene cualidades diferentes”.

Sobre lo que considera una necesidad imperiosa sw legislación explica que si bien “Argentina tiene miles de leyes que regulan o determinan derechos y obligaciones que hacen a la salud de la sociedad, sin embargo, no tiene la ley que la enorme mayoría de los países sí tiene, que es la ley que define cómo es el sistema de salud argentino. Acá hay una ley de las obras sociales; leyes que protegen derechos y obligaciones; enfermedades particulares; de niveles de derecho de cuidado de los datos. Tenemos un montón de regulaciones nacionales que hacen a la salud y a los derechos de la gente. Sin embargo, no hemos podido acordar como sociedad, y nuestros representantes en diputados y senadores no han sido capaces de acordar como sociedad y como Nación, cuál es la estructura general del sistema de salud: quiénes deberían ser cubiertos de esta manera; quiénes de aquella; cómo es el sistema único de salud argentino… Allí falta un acuerdo que se intentó varias veces en la historia y no se logró”.

Pero al hablar de la atención en sí, Quirós es crítico con respecto a las diferencias de gestión e incluso de atención en zonas como el AMBA, que si bien se encuentran diferenciadas en lo social y económico, la cercanía las obliga a tener patrones comunes, buscando una salud integrada e integral en una zona donde habitan casi quince millones de personas. El ministro explica que el 50% de ellos utiliza el sistema de salud público como modelo principal, pero si lo observamos como un todo los sistemas de salud tienen una organización y una planificación relativamente aislada de los otros. Y lo demuestra diciendo que “lo que ocurre en la atención primaria en un municipio depende del municipio, pero el hospital depende de la provincia. Luego, avanzás diez cuadras, cruzás la Avenida General Paz y tenés otra modalidad y otra metodología”.  Cómo solución a este dilema, propone como manera de minimizar las diferencias que surgen según el lugar en el que esté el paciente, que se logra mediante dos aspectos: la continuidad de cuidados y el acceso a la información. “¿Cómo hacemos para que el ciudadano, una vez que va al sistema público, tenga continuidad? No importa si sigue de este lado de la General Paz, si depende del municipio o la provincia o de quién depende el hospital. Que tenga continuidad de cuidado y coordinación. Eso requiere mesas de planificación conjunta y también requiere continuidad de la información: el tema de historia clínica electrónica, interoperabilidad de sistemas. Porque si del Hospital Argerich llega un paciente con una cirugía compleja a un municipio del Conurbano donde el médico de atención primaria lo tiene que atender, este tiene que tener toda la información para seguirlo. Entonces hay dos tareas fundamentales: la continuidad y el acceso a la información. Nos merecemos una mesa de trabajo para poder lograrlo en toda el área metropolitana”.

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