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Se va a hacer rara una Plaza de Mayo sin Hebe…

por CARLOS CRUZ

… aunque sepamos que cada jueves, cada acto, cada 24 de marzo va a estar ahí… caminando entre nosotros, invitándonos a la rebeldía militante, ya se me está haciendo difícil aceptar que esa voz, esa mujer que nunca dio un paso atrás, esa anciana que imponía con su mirada un respeto infinito y, en un momento, una ternura inimaginable, no va a estar allí, como lo hacía desde hace 45 años, en los peores y los mejores momentos de una vida que fueron cien, que se manejaba igual con un militante de la Cámpora que con Fidel, Lula, Chavez o Morales. Alguien que nos marcó a todos los que tuvimos la oportunidad de verla y hablar con ella. Me la presentó mi hermano en los 80´s y muchos años después se enojó porque le dije que no debió decir lo que dijo sobre Osvaldo Bayer… que ella en el fondo sabía de su error de entonces. Allí fue donde me clavó una mirada de enojo que de inmediato suavizó y me tiró un “andá, andá, no me hagas enojar que te puteo a vos también…”. Y cuando me iba hacia la puerta, completó: “… tu hermano es amigo de Bayer y nuca me habló así” y se sonrió y su fue moviendo la cabeza, algo que para mí fue como colgarme una medalla porque sentí, que en el fondo, le gustó mi sinceridad rebelde… ¡Cuanto la vamos a extrañar! Escuche ayer muchas frases, palabras grandilocuentes sobre su presencia… yo mismo

 

 

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Lázaro suplente

No había pañuelos, ni consignas que las identificaran, ni apoyo nacional o internacional de ningún tipo. Esas 14 mujeres, madres cuyos hijos no habían vuelto a casa y que ellas exigían saber de su paradero… si estaban muertos o vivos, y de ser esto último dónde estaban, en que cárcel. Las llamaron al poco tiempo “las locas de Plaza de Mayo”, las “viejas” que un 30 de mayo fueron a pedir audiencia al presidente (que no las quería recibir, quizás por su propio miedo de ver a, su corto entender, unas chifladas que no le temían) y que se quedaron frente a la Rosada y en lo que creyó un acto que las iba a disuadir de estar allí, les espetó un “circulen” que solo motivó la creación de unos de sus primeros símbolos: caminar alrededor de la Pirámide de Mayo, algo que aún hoy siguen haciendo. Y para identificarse luego de ponerse de acuerdo en venir a la plaza una vez a la semana, acordaron ponerse un pañal de sus hijos en la cabeza, lo que derivó en pañuelo, el otro gran símbolo que dio la vuelta al mundo… De esas 14 locas del 30 de mayo tres fueron secuestradas y arrojadas semi inconscientes al Río de la Plata, luego de ser vendidas y marcadas por Gustavo Niño, que en realidad era Astiz, ese cobarde que secuestraba mujeres pero al pelear contra los ingleses se rindió sin tirar un solo tiro comenzaron a caminar un sábado, hace casi medio siglo. Querían saber dónde estaban sus hijos y nadie se los decía. Lo que empezó de casualidad, por tomar al pie de la letra la orden policial de “circular”, se convirtió en un gesto simbólico del derecho a la vida y la identidad. Habían nacido las Madres de Plaza de Mayo…


¿Cómo me puedo resistir a preguntarles(me) cómo será la Plaza de Mayo el 24 de marzo… sin Hebe? ¿Cómo suplir esa voz firme, su estampa alegre pero severa… como si nos fuera a retar por algo? ¿Cómo se podrá no verla entre todos los que vamos a condenar no solo el golpe que dio inicio al genocidio, sino a los muchos civiles que no dudaron en avalar y alentar esta matanza tan solo para mejorar su rentabilidad, como suelen referirse a ganar más caiga quien caiga? Sin caer en la premisa fácil de que “nada será igual de acá en más”, algo que antes que nadie odiaría escuchar Hebe. Para ella sería como abandonar la lucha, claudicar ante el verdadero poder contra el que luchaba desde hace rato, cuándo con Néstor y Cristina Kirchner en la Rosada, no dudo en dejar de llamar a la clásica ronda de los jueves “marcha de la resistencia”, pues decía que el enemigo ya no estaba en la Rosada, y que había que cambiar el foco de la lucha hacia los que traían hambre, injusticia y miseria a buena parte de los argentinos… a su pueblo, por el que luchaba desde hace más de 45 años, años en los que fue injuriada, agredida física, psíquica y socialmente, por el que fue amada por muchos pero también odiada por otros tantos. Y así debía ser, pues Bonafini no tenía dobleces, y tuviese enfrente a cualquiera, escupiría su verdad, su pensamiento. Sin especulaciones de ningún tipo.

 

 

Aunque fue criticada por politizar la agrupación, Hebe de Bonafini (y las Madres que estaban con ella) sintió la necesidad de acompañar y “bancar” a un gobierno que por primera vez los hizo creer que podría haber justicia. Y tuvo debilidad por ese matrimonio que no solo les pidió perdón, sino que también fue el gestor de actos como la entrega de la Esma con los fondos que permitieron hacer allí el espacio de Memoria que es, o la bajada de cuadros en el Colegio Militar, en Campo de Mayo, de Videla, Viola, Galtieri y Bignone. O la anulación de la obediencia debida y el punto final, los juicios a los represores que lograron hacer justicia para miles de argentinos, o la recuperación de los nietos al tener el apoyo que nunca habían tenido, hasta el haber logrado que Martínez de Hoz, Videla, Massera, Astíz, Menéndez y muchos otros (hay más de 1100 condenados) cumplieran sus condenas, muriendo encarcelados o, como es el caso de Astíz, aún continúan presos.


Lo hizo con la montada en la plaza, con la Federal cuándo fue agredida, con un papa que hacía ostentación de las riquezas del Vaticano, con funcionarios, ministros, presidentes… y también parientes y amigos, o enemigos. Daba lo mismo. Era, al momento de conversar, un huracán que podía pasar a distancia suficiente para que lo pudieras ver y entender, o pasarte por arriba para hacerte volar por los aires, Y así como te puteaba, si después se daba cuenta de que era un error, que se había equivocado, o pasado de rosca… tampoco dudaba para disculparse (siempre a su manera) y enmendar esa injusticia, que era lo que más lamentaba haber generado.

Es que la justicia era el valor que Hebe consideraba fundamental, más allá que hacía culto de la verdad y la memoria, las tres patas de la mesa que desde que tuvo que salir a “exigir” saber el destino de sus hijos, lo que finalmente la llevó a entenderlos, momento refundacional en que -según ella misma- nos “adoptó a todos” y luchó hasta el último aliento para que esa deseada justicia por la que lucharon sus hijos, fuese parte del legado no solo de ella, sino de todas sus queridas madres. Y cuándo hablaba de justicia, ya no solo lo hacía pensando en la justicia de los tribunales, de los jueces de los que cada vez esperaba menos si -decía- le “aflojábamos esa costumbre de ir, si hacía falta, a recordarles sus funciones” básicas, del tema por el que estaban en sus lugares y que por momentos muchos parecían olvidar. Hebe también pensaba en la justicia de tener iguales derechos y obligaciones, y que el dinero no fuera impedimento para satisfacer ninguno de ellos para ningún argentino o habitante de estos pagos. Y pensaba también en la justicia social, cuya base está apoyada en la igualdad de oportunidades, de que todos sin importar su condición social puedan alimentarse, recibir idéntica educación, nivel de calidad sanitaria, de dejar de lado el nepotismo de la familia policial, judicial y empresaria, cambiándola por una política de mismas posibilidades para quien ejerza ese trabajo, estudio o cualquier otra actividad”.

Por eso… porque sus sueños y luchas hace buen rato habían tomado vuelo y si bien la plaza era su nido… el lugar en el que ponía los huevos que empollaba para que dieran a luz nuevos y empoderados militantes que siguieran el camino que ella y el resto habían pavimentado a fuerza de lucha, inteligencia, compromiso y sacrificio.

La marcha de 2022 fue multitudinaria, luego que en 2020 y 21 fuesen suspendidas por la pandemia.


De allí que cuando lleguemos el 24 a la Plaza de Mayo, al pensar en ella y su supuesta falta, rápidamente nos daremos cuenta que había puesto miles y miles de huevos a los que esa madre… la de todos había dado calor, amor y cuidado, pero que también tenían coraje, perseverancia, ganas de seguir la lucha, con objetivos claros y amor por su pueblo, sus hermanos presentes y por los huevos que ellos mismos pondrán para que sigan la huella que Hebe y ellos mismos les dejarán bien marcada. Porque si hay algo que aprendimos de ella es que nunca se debe olvidar, que la memoria es la reserva de los pueblos para no cometer dos veces el mismo error. Justamente esa falta de memoria en buena parte de nuestra sociedad, es la que nos llevó a llevarnos la pared por delante una, y otra, y otra vez. Y mirá que vinos desfular a los Alsogaray, los Krieger Vasena, los Alemann, los Pinedo, los Martínez de Hoz, los Rodrigo, los Sigaut, los Cavallo, los Roque Fernández, los Machinea, los López Murphy, los Prat Gay, los Nico Caputo, los Dujovne, Lacunza, y hasta Guzmán (por más que llegara con una pátina de ministro heterodoxo, no hizo más que negociar cediendo y ajustar todo lo que pudo, además de haberse ido de la peor forma posible). Y una y otra vez nos decían lo mismo: que estaba todo mal, que no quedaba otra que ajustar, pero que si sabíamos aguantar (el invierno pidió Alsogaray), luego de todas estas penurias saldría el sol para todos nosotros y cantaríamos Cumbayá tomados de la mano en una ronda alredeor de una fogata con el ministro tocando la guitarra. Jamás pasó esto ni cerca… pero para los… a esta altura, (muchos) sado-electores argentinos, control en mano, es parte del viaje que va de TN a La Nación, y al rato vuelve a TN, insistiendo en lo que Einstein definía como algo “estúpido pretender que si hacemos algo y el resultado es mediocre y fallamos, volviendo a hacer lo mismo obtendríamos un resultado diferente al fallo”. Con la memoria es igual… si no la tenemos… como diría el “Dibu” Martínez, nos comen, hermano.

Y no debemos descuidarnos más, hay que informarse de verdad y recordar, siempre recordar quién nos prometió y cumplió, y quién prometió pero nunca cumple con ello.

Y entonces, en medio de la Plaza, nos daremos vuelta y nos sorprenderemos al ver todas las Hebes que había… y muchos Hebes también.

…..

 

A Hebe me la presentó mi hermano en los 80´s y la volví a ver, a saludar, muchas veces. Hasta tuve el honor de compartir ese palco de las Madres de Plaza de Mayo en el bicentenario, donde disfruté junto a muchas Madres el paso de esas carrozas gigantescas e increíbles que había hecho la gente de Fuerza Bruta, un espectáculo colosal coronado con la multitudinaria, alegre y orgullosa presencia del pueblo, verdadera estrella de esos festejos inolvidables que conmemoraron nuestros 200 años de argentinos surgidos de una revolución a la que muchos se negaban entonces (y muchos lo siguen haciendo hoy) porque podrían afectar sus negocios…

Muchos años después se enojó porque le dije que no debió decir lo que dijo sobre Osvaldo Bayer… que ella en el fondo sabía de su error de entonces, de todo lo que Osvaldo dio por las Madres, de lo que pasaron juntos… que él estaba dolido (Osvaldo fue y será siempre padrino de nuestra revista) pero aun así, jamás hablaría mal de ella… Allí fue donde me clavó una mirada, como decir, de enojo pero como si no fuese exclusivamente hacia mí. Es más. casi de inmediato se suavizó y me tiró un “andá, andá, no me hagas enojar que te puteo a vos también…”. De inmediato me sentí mal… ¿me había equivocado ahora yo? Hebe me sacó rápido la duda. Cuando caminaba hacia la puerta, con ese vozarrón que tenía, completó: “… tu hermano es amigo de Bayer y nuca me habló así”. Yo me había dado vuelta para escuchar de frente (jamás le hubiese dado la espalda mientras hablaba) cuando vi que sonrió y se fue moviendo la cabeza, dejando clavado en el lugar a mi hermano que veía la escena atónito. Pero para mí fue como colgarme una medalla. Sentí, que en el fondo, le gustó mi sinceridad rebelde… ¡Cuanto la vamos a extrañar… cuánto la voy a extrañar! Escuche ayer muchas frases, palabras grandilocuentes sobre su presencia… yo mismo trato de repetir alguna de esas ideas (hasta lo hago en esta nota). No es que no sean verdad, que no estén cargadas de significado…

Pero los agujeros que dejan personas como Hebe, son imposibles de tapar… como fue con Néstor. Todos lo recordamos, buscamos seguir su huella, vemos como se engrandece su imagen con mil historias, pero a la hora de los bifes, nos surge de inmediato un “si estuviera Néstor …”. Porque son agujeros inmensos, Néstor… Hebe… estaría conforme con tan solo ver que dentro de los agujeros florecen muchas flores… alguna seguramente terminará en árbol, uno imposible de tumbar… como Hebe.

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