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En el colmo de la caradurez, el Gobierno Nacional se manifestó “sorprendido” por el reclamo de los premios Nobel.

por CARLOS CRUZ

Nada menos que 68 premios Nobel internacionales le pidieron al presidente Milei que frene el ajuste en ciencia y tecnología y termine con la sangría que ello representaría para la ciencia argentina.

En una medida histórica y que es la mejor muestra de la crisis que el gobierno de Milei está gestando en el mundo del conocimiento y la ciencia argentinas, nada más ni nada menos que 68 premios Nobel solicitaron mediante un fuerte comunicado al presidente que concluya y revierta el ajuste en CONICET y que actualice seriamente los presupuestos para ciencia y tecnología, actualmente devaluados por completo.

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Apenas asumió, Javier Milei, en su misión cuasi religiosa de meter tijera sin miramientos y reducir el Estado hasta llevarlo a una mínima expresión que tan solo cumpla la función de generador de negocios a privados “selectos”, emprendió un feroz ataque al desarrollo en ciencia y tecnología, el cual se vio trabado por medidas que le pusieron un freno a la labor de investigación de cientos de científicos del país: las becas del CONICET fueron reducidas a la mitad y el ex Ministerio de Ciencia y Tecnología pasó a ser Secretaría. Todo dentro de la lógica de primarización del país, buscando concretar el sueño libertario de volver al siglo XIX.

El texto, que fue dirigido al actual presidente, al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y al titular del CONICET, Daniel Salamone, además del Congreso, busca hacer sonar las alarmas para que se tome conciencia del peligro que enfrenta nuestro -hasta no hace tanto tiempo- rico, en lo que a RRHH se refiere, sistema de ciencia argentino. “Devaluar y/o cancelar a la ciencia argentina sería un grave error”, dice el comunicado de  los 68 ganadores de premios Nobel a lo largo del mundo.

“Tememos que Argentina esté abando-nando a sus científicos, estudiantes y futuros líderes de la ciencia. Nos preocupa que la dramática devaluación de los presupuestos del CONICET y las Universidades Nacionales refleje no sólo una dramática devaluación de la ciencia argentina sino también una devaluación de los argentinos y el futuro del país. (…) Congelar los programas de investigación y disminuir el número de estudiantes de doctorado y de investigadores jóvenes provocará la destrucción de un sistema que tardó muchos años en construirse, y que requeriría muchos, muchos más para ser reconstruido”, terminaron expresando.

En el texto, además, recordaron los logros de “la ciencia y los científicos argentinos” en la detección de “las causas y el tratamiento del cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares” y en el descubrimiento de “elementos clave para nuestra comprensión del funcionamiento del Universo, desde el funcionamiento de los átomos hasta el funcionamiento de los virus, las células, los genes, el ARN y los ecosistemas”.

Y se (les) preguntaron como cierre: “¿Dónde estaría Argentina –y el mundo– sin esta rica e importante historia?”: “Sin una infraestructura para la ciencia, un país cae en el desamparo y la vulnerabilidad, sin desarrollar su propia tecnología para avanzar, ni capacitar a las personas ni desarrollar la infraestructura necesaria para aplicar el conocimiento científico y tecnológico de otros a los problemas regionales, nacionales y locales. ¿Dónde dejaría a la Argentina una situación así?”.

Una forma de interpelarnos a todos y todas acerca de la importancia de nuestra ciencia y de la lucha que se debería dar para frenar un desguace que resultaría un suicidio para el futuro del país y su gente.

La reacción del gobierno a través de su inefable vocero (¿o será “bolacero”?), Manuel Adorni, fue descabellada. El funcionario afirmó sin sonrojarse que “El Gobierno nacional manifiesta su sorpresa por una carta de científicos extranjeros manifestando abandono en el Conicet”.

Según Adorni, “el Gobierno nacional apuesta a la ciencia y la tecnología, siempre lo va a hacer. De hecho el presidente Javier Milei es un académico que tiene decenas de publicaciones, seis libros escritos y centenares de conferencias que ha dado en la Argentina y en el mundo, y entiende la importancia de la ciencia, valora los hallazgos que permiten mejoras concretas en la sociedad y de hecho se está construyendo un Conicet que ponga sus esfuerzos en el desarrollo de la bioeconomía, de la inteligencia artificial aplicada a la medicina y no uno que gasta recursos en investigaciones de dudosa utilidad, como aquel que abordaba la orientación sexual de Batman”.

Para el funcionario, “a pesar de que en 20 años se ha triplicado la cantidad de investigadores en el Conicet, Argentina está sexto en el ranking de innovación en América Latina, por detrás de Brasil, Chile, México, Colombia y Uruguay” (estadística de la que no dio ninguna precisión ni dato de referencia), palabras usadas para justificar su convocatoria a “recordar, sin dudar de la honestidad intelectual de estos premios Nobel que firmaron esta carta que habla de una situación de abandono en el Conicet, que el buen análisis científico es aquel que evalúa los fenómenos en su contexto y el contexto de la Argentina es que hoy es un país empobrecido y con la mitad de la gente viviendo bajo la línea de pobreza. Por eso no se va a financiar la ciencia que no aporta un beneficio directo a la sociedad”, concluyó.

 

LA CARTA COMPLETA QUE LOS PREMIOS NOBEL ENVIARON A MILEI

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Sr. Presidente de la República Argentina, Javier Milei
Sr. Jefe del Gabinete de Ministros, Nicolás Posse
Sr. Presidente del CONICET, Dr. Daniel Salamone
Honorables Senadores y Diputados del Congreso de la Nación Argentina

Le escribimos con respeto y profunda preocupación. Observamos cómo el sistema argentino de ciencia y tecnología se acerca a un peligroso precipicio y nos desalientan las consecuencias que esta situación podría tener tanto para el pueblo argentino como para el mundo. Vemos con preocupación la eliminación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el despido de empleados administrativos del CONICET y otros institutos en todo el país, y la terminación anticipada de muchos contratos el próximo mes. Tememos que Argentina esté abandonando a sus científicos, estudiantes y futuros líderes de la ciencia. Nos preocupa que la dramática devaluación de los presupuestos del CONICET y las Universidades Nacionales refleje no sólo una dramática devaluación de la ciencia argentina sino también una devaluación del pueblo argentino y del futuro de Argentina.

Como científicos internacionales, muchos de nosotros hemos sido testigos de las contribuciones transformadoras de la ciencia argentina. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos, las causas y el tratamiento del cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares habrían seguido siendo un misterio durante décadas más. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos, careceríamos del conocimiento y la tecnología que permiten a un país alimentar tanto a su propio pueblo como a gran parte del mundo y establecer el conocimiento básico necesario para políticas efectivas de conservación de la naturaleza. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos, careceríamos de elementos clave para nuestra comprensión del funcionamiento del Universo, desde el funcionamiento de los átomos hasta el funcionamiento de los virus, las células, los genes, el ARN y los ecosistemas. Si no fuera por los geólogos y paleontólogos argentinos el mundo ignoraría cómo se formaron los Andes y la increíble fauna que habitó el continente hace millones de años, lo que explica su riqueza en minerales y petróleo. Como ciudadanos del mundo, nos beneficiamos de este legado. Nos beneficiamos de nuestra capacidad, aún imperfecta, pero a veces vital, para diagnosticar y tratar el cáncer. Nos beneficiamos de los avances de la agricultura y de los alimentos que produce el paisaje argentino. Vemos los muchos avances notables que han llegado a Argentina a través de la historia y la tradición de la ciencia y la tecnología argentinas. ¿Dónde estaría Argentina -y el mundo- sin esta rica e importante historia?

Devaluar y/o cancelar a la ciencia argentina sería un grave error. El mundo tiene muchos problemas, y cualquier economía moderna como la de Argentina debe ser capaz de generar nuevas tecnologías centradas en problemas locales y aplicar tecnologías generadas por otros en un nuevo contexto local para resolver problemas locales. Creemos en el ideal de que los países que invierten en nueva ciencia compartan sus tecnologías y sus beneficios, pero seríamos ingenuos si no comprendiéramos que cualquier país que dependa únicamente de este espíritu comunitario perderá rápidamente su independencia económica. Algunos problemas, oportunidades y soluciones son globales y quizás confiar en el conocimiento y los esfuerzos de otros pueda funcionar en esos casos. Pero muchos problemas, oportunidades y soluciones son locales, regionales o nacionales, y no debe haber expectativas de que las inversiones y los inversionistas de otras naciones proporcionen el conocimiento y los recursos necesarios para abordar esos problemas. Sin una infraestructura para la ciencia, un país cae en el desamparo y la vulnerabilidad, sin desarrollar su propia tecnología para avanzar, ni capacitar a las personas ni desarrollar la infraestructura necesaria para aplicar el conocimiento científico y tecnológico de otros a los problemas regionales, nacionales y locales. ¿Dónde dejaría a la Argentina una situación así?

Escribimos con la perspectiva de que Argentina tiene una base científica notable sobre la cual construir, si hay voluntad. Argentina es el único país de la región que ha desarrollado su propia vacuna contra el Covid-19, construido y lanzado satélites de comunicaciones y diseñado y construido reactores nucleares de próxima generación que no sólo han sido exportados sino que también generarán un suministro interno de radioisótopos cruciales para uso médico. Próximamente se inaugurará un nuevo laboratorio de terapia de protones, único en el hemisferio sur. Un proyecto multinacional liderado por científicos argentinos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) ha instalado el potente radiotelescopio QUBIC a 5.000 metros de altitud en la Puna, en Salta. Este telescopio explorará los primeros milisegundos del universo inmediatamente después del Big Bang. Argentina ocupa el décimo lugar en el mundo por número de empresas de biotecnología, un logro llamativo que promete grandes avances en medicina y agricultura. Utilizando ingeniería genética, un grupo financiado con fondos públicos ha desarrollado exitosas variantes genéticas de trigo que son resistentes a la sequía, ampliando así las fronteras de cultivo de cultivos esenciales. Los científicos argentinos se destacan en muchas áreas, incluyendo geología, paleontología, bioquímica, biología molecular, neurociencias, inmunología, ecología, física, arqueología y estudios ambientales, atmosféricos y sociales.

Todos estos avances han sido consecuencia del apoyo gubernamental a la investigación básica. El progreso económico y social en las sociedades modernas y la creación de riqueza a partir de los recursos naturales de un país están estrechamente vinculados a una fuerte inversión pública en ciencia y tecnología.

Por estas razones, le instamos con respeto a que restablezca los presupuestos sometidos a restricciones impuestas recientemente al importantísimo sector científico y tecnológico de su país. Congelar los programas de investigación y disminuir el número de estudiantes de doctorado y de investigadores jóvenes provocará la destrucción de un sistema que tardó muchos años en construirse, y que requeriría muchos, muchos más para ser reconstruido.

Atentamente,

68 Nobel Laureates (*).

 

(*) Los Nobel de Química que firmaron la misiva fueron Thomas R. Cech, Martin Chalfie, Aaron Ciechanover, Walter Gilbert, Richard Henderson, Avram Hershko, Roald Hoffmann, Brian K. Kobilka, Roger D. Kornberg, Yuan T. Lee, Robert J. Lefkowitz, Jean-Marie Lehn, Tomas Lindahl, Roderick MacKinnon, Paul L. Modrich, Jean-Pierre Sauvage, Richard R. Schrock, Sir John E. Walker, Arieh Warshel, Sir Gregory P. Winter y Kurt Wuthrich.

Por su parte, rubricaron el documento los ganadores del Nobel de Economía Finn E. Kydland y los también laureados en el área de Medicina Harvey J. Alter, Werner Arber, Francoise Barre-Sino, Elizabeth H. Blackburn, Andrew Z. Fire, Jules A. Hoffmann, Tasuku Honjo, H. Robert Horvitz, Sir Michael Houghton, Tim Hunt, Louis Ignarro, William G. Kaelin Jr., Barry J. Marshall, Craig C. Mello, Edvard Moser, May-Britt Moser, Sir Paul M. Nurse, Stanley B. Prusiner, Sir Peter J. Ratcliffe, Charles M. Rice, Sir Richard J. Roberts, Michael Rosbash, Phillip A. Sharp, Susumu Tonegawa, Harold E. Varmus y Torsten N. Wiesel.

Por último, los galardonados con el Nobel de Física Barry Clark Barish, Steven Chu, Albert Fert, Andre Geim, Sheldon Glashow, David J. Gross, John L. Hall, Serge Haroche, Takaaki Kajita, Ferenc Krausz, Anthony J. Leggett, Michel Mayor, Konstantin Novoselov, Giorgio Parisi, Roger Penrose, William D. Phillips, H. David Politzer, Donna Stricland, Kip Stephen Thorne y David J. Wineland también se sumaron al reclamo.

  

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