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Precarización laboral y fragmentación: los nuevos ordenadores de la sociedad

por JULIO ALBORNOZ

Tras las pésimas condiciones heredadas del macrismo por los trabajadores y el impacto a nivel mundial de la pandemia causada por el Covid-19 comienza a entreverse un lento proceso de recuperación en la Argentina en lo que respecta a los indicadores económicos relacionados al mercado del trabajo. Según datos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec de los años 2021 y 2022 se produjo in crecimiento de la ocupación interanual del 8.3%, lo que equivale a cerca de 1 millón de nuevos puestos de trabajo, de los que alrededor de tres cuartos  pertenecen a empleados asalarios y, alrededor del 25% restante, a cuentapropistas. Esto representa la tasa de desempleo más baja en los últimos 7 años, menor al 7% de la población económicamente activa. Sin embargo, la cuestión se encuentra en el problema de la calidad del empleo:

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– Por un lado, el crecimiento del trabajo asalariado se encuentra fundamentalmente dentro de la categoría de empleo no registrado (o como suele decírsele mas comúnmente, “en negro”). Es más, entre estos últimos 2 años se produjo un retroceso en el empleo formal asalariado (bajo, un 0.3%, pero no por ello menos importante), en contrapartida con un estrepitoso crecimiento del empleo precarizado (¡más de un 30%!).

– Por el otro, en lo que respecta al trabajo por cuenta propio se produjo un crecimiento interanual un poco mayor al 4%. Sin embargo, solo el 9% de los trabajadores dentro de esta clasificación poseen calificaciones profesionales, lo que significa que alrededor de 1 de cada 10 cuentapropistas realiza trabajos poco calificados u oficios con un bajo requisito tecnológico dentro del sector informal y de duración y frecuencia variables.

Como consecuencia de esto, los trabajadores informales y cuentapropistas quedan expuestos a un ingreso monetario sin conseguir los derechos laborales más básicos: aportes jubilatorios, cobertura médica, protección laboral, vacaciones o aguinaldo. Además, los ingresos obtenidos tienden a ser insuficientes y aportan al incremento de la brecha salarial: según la Encuesta Permanente de Hogares, aquellos empleados y empleadas precarizados que cobran un salario ganan cerca de un 57% menos que aquellos con empleo formal. Algo similar ocurre con los empleados por cuenta propia, que reciben ingresos alrededor de un 50% menores a aquellos que poseen un trabajo en relación de dependencia formal.

Bajo este análisis, cabría preguntarse en dónde nace el problema que aqueja a todos estos trabajadores. La respuesta se encuentra en la fragmentación y la pérdida de vínculos sociales de los mismos. Gracias a la brecha producida por los ingresos, se produce una primera división y distribución de la sociedad integrada por diversos trabajadores que conforman un grupo heterogéneo y desunido. Como gran parte del mundo, Argentina se ve envuelta en un proceso de precarización de las relaciones laborales que puede reconocerse como la más moderna y “única” manera de meterse al mundo del trabajo.

 

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