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El abandono del cuidado de nuestro habitat y sus consecuencias.

por CARLOS CRUZ

El reciente temporal de lluvia y viento que azotó apenas por dos horas a la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires nos hace reflexionar acerca del descuido de la humanidad con respecto al planeta que habita, y en particular, al del ecosistema de nuestra ciudad y el territorio que abarca el AMBA. La poda indiscriminada y no controlada, la cementización, la falta de espacios verdes, la desidia con la ley de humedales motivada por los intereses de los desarrolladores inmobiliarios, los proyectos en la rivera de nuestro río, son algunos de los asuntos que deben rectificarse para no sufrir aún más este tipo de fenómenos climáticos, cada vez más frecuentes. El sello de “ciudad verde” puede ser útil para el marketing político, pero inútil para tratar de preveer a futuro estos sucesos.

Dos muertos, una escuela derrumbada, techos arrancados de cuajo, caída de carteles y árboles, automóviles y construcciones dañadas, inundaciones, cortes de luz y de servicios de transporte fueron las consecuencias del temporal de lluvia y viento que azotó al AMBA hace unos días.

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En nuestra Comuna 5, un árbol que se desplomó en Estado de Israel y Castillo, provocó daños en tres vehículos estacionados. En Maza y Belgrano, cartelería colocada en una obra en construcción se desplomó luego que el armazón de hierro que la sostenían se doblara como papel ante la potencia de las ráfagas de viento. En general, se pudo observar la caída de árboles y carteles, como también la voladura de toldos y la destrucción parcial o total de estructuras armadas en las veredas.

El subte H tuvo que interrumpir el servicio por una hora y el premetro también se vio afectado y paralizó su funcionamiento. El Aeroparque Metropolitano (y también el Aeropuerto de Ezeiza) se vio también comprometido en su habitual funcionamiento y hubo demora en muchos vuelos. Los ramales Urquiza y Sarmiento también debieron realizar cortes de servicio ante anegamientos de vías y caída de árboles y otros objetos sobre ellas.

En la matoría de los barrios de la ciudad se repetía la situación: caída de árboles, automóviles dañados, estructuras en aceras dañadas y postes de luz que quedaron inclinados.

Las precipitaciones acumuladas en la ciudad fueron de entre 50 y 70 mm, con fuertes vientos y actividad eléctrica que empezaron alrededor de la 1:30 de la madrugada. El horario del suceso ayudó a que no hubiera heridos ni muertes para lamentar.

Las diferencias entre el norte y sur de la ciudad se hicieron más visibles ante el temporal. Por ejemplo, en Mataderos, a los árboles caídos y los hierros torcidos de los carteles, se agregan además  la voladura de techos de chapa y los cortes del suministro eléctrico, con algunos tendidos de cableado desparramados en las veredas.

Un árbol que se desplomó sobre tres autos en la esquina de Estado de Israel y Castillo

 

Caída de árbol

Avenida Cabildo y la calle Zabala, cae un árbol arriba de un patrullero.

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Belgrano y Maza, los hierros de un carteel doblados como si fuese papel.

Peor fue la situación en el Conurbano Bonaerense. En el Palomar se derrumbó el techo de la Escuela 5, destrozando varias aulas y poniendo en duda el regreso de los alumnos. Peor fue lo sucedido en Tres de Febrero, donde un padre y su hijo murieron electrocutados al tocar una puerta de chapa electrificada ante la inundación que había anegado la zona. Trenes parados, colectivos que no podían circular, grandes carteles caidos, techos volando por los aires, árboles arrancados de cuajo fueron acontecimientos que marcaban la fuerza de la tormenta y la escasa preparación para este tipo de eventos, algo que se repitió en todo el país.

…..

Ahora bien… ¿esto es casual? La respuesta es un rotundo no. ¿Sabíamos que podía suceder? Si, hace bastante tiempo. ¿Hicimos lo necesario para evitarlo? Para nada, todo lo contrario, lo empeoramos día a día.

Desde lo racional no se puede explicar este desapego con nuestro habitat, esa desidia suicida basada en el autoengaño colectivo, ese egoísmo de pensar “que me importa… yo no voy a estar”. Pues bien, ya es una realidad cada vez más palpable, llegó cuándo todavía “estás” (estamos) y si no nos comprometemos con el asunto y seguimos dejando que nuestros gobernantes pateen el tema para adelante con la estúpida excusa de decir que “hay cosas más importantes que resolver primero”,  o dejemos que nos oculten la información acerca del asunto, o directamente permitimos que nos engañen, la cosa se va a pponer día a día peor.

Ya estamos viendo la bajante del Río Paraná y antes del Paraguay, algo que afecta directamente de forma económica, social y en materia de salud. Ya vimos los incendios forestales en el sur, el Córdoba, en Entre Ríos. Ya sabemos de la desertificación en lugares que eran selvas o bosques. Estamos al tanto de la tala indiscriminada de miles de hectáreas para que hagan su negocio un puñado de tipos…

Y acá, en nuestro pago chico, hacemos oídos sordos y miramos para otro lado cuando un gobierno local que está en el Poder desde hace quince años, reduce día tras día los espacios verdes y los reemplaza con canteros y macetas. Que cuando construye uno se encarga de que haya más cemento que pasto y árboles.

Un Gobierno de la Ciudad que (como todo lo que hace) ve a la tala como un negocio lucrativo, contratando empresas que talan en cualquier época del año. Empresas que no llevan registro alguno, cortan árboles como si fueran tablones dejándolos sin ramas, y trabajan con personal precarizado que no está capacitado para este trabajo.  Y en este tipo de temporales, por su debilidad y sus enfermedades no tratadas, se caen con los fuertes vientos por las sucesivas podas en las que se van muriendo las raíces que lo sujetan a la tierra… cada corte de una rama produce una infección que pudre una raíz que el mismo árbol intenta curar para evitar la infección, pero como el corte es muy grande, le es imposible hacerlo, de ahí que se suele ver unos bordes alrededor de esa herida  (generalmente en el tronco) que no alcanza a cerrarse. Eso sí, se gastaron desde 2019 más de dos mil quinientos millones de pesos que se asignaron a un solo proveedor… sí, leiste bien, tre3s millones de pesos por día para… no hacer nada, o al menos, hacerlo mal. ¿Controles? No es la costumbre de los administradores del PRO.

Y ese mismo gobierno que tiene menos de la mitad de los espacios verdes que la OMS (Organización mundial de la Salud) considera necesarios para una vida saludable, también quiere malvender a desarrolladores inmobiliarios (sus preferidos y más mimados) toda (o casi) la franja costera propiedad de los porteños (entre los cuales estás vos, pero cuando hablaban de ese “en todo estás vos” no aplica si molestas a sus intereses), anunciando la creación de parquess con terrenos “ganados” al río como si fuera un logro, pero también como forma de compensar el desastre ecológico que representaría en materia de contaminación e impacto ecológico, construcciones de cuarenta, cincuenta u ochenta pisos en la costa del Río de la Plata.

Y cuando anunciaron con bombos y platillos la inundación de metrobuses en las calles, muchos de ellos inentendibles por innecesarios, hablaron de transportes ecológicos. Años después siguen siendo tan solo “carriles para colectivos” que escupen su CO2 por sus caños de escape, sin control alguno pese a las malas condiciones obvias de su mantenimiento. ¿La VTV? Bien, gracias, otro negocio privado que delegó la Ciudad. Pero volviendo al asunto del metrobús, se suponía que a esta altura, los coches ya deberían ser eléctricos, no contaminantes… no alcanza con el que Larreta y Macri se sacaron la foto cuando fueron de paseo de campaña.

Lo mismo corre para el abandono de los subterraneos… esa promesa de la que ya ni me acuerdo si eran 15 o 20 los kilómetros que Macri-Larreta nos habían jurado construir hace más de diez años y que hoy es una de las tantas promesas de campaña que incumplieron, ayudados por el olvido de la desinformación mediática que les da un paraguas protector sumamente impermeable.

Y ni hablar de la Ley de Basura Cero (Ley 1854) que jamás se cumplió. Creada en 2005, su objetivo era la reducción progresiva de los residuos enviados a rellenos sanitarios, mediante la aplicación de un sistema integral de gestión de residuos sólidos urbanos que contemple “la reducción progresiva de la disposición final de residuos sólidos urbanos, a través del reciclado y la minimización de la generación”. Año tras año, desde 2008, fueron superados los límites máximos de toneladas fijados por el art. 6 del Anexo de la ley para la disposición final de la basura en rellenos sanitarios (VER CUADRO).

Además, tampoco se realizó una campaña seria de concientización de los ciudadanos, y se abandonó la separación en origen de la basura (domiciliaria) con la excusa del gasto en los hogares, algo que se pudo paliar fácilmente con la compra y distribución de bolsas por parte del Gobierno Porteño, sacando dinero por ejemplo, de los deficientes y carísimos contratos de recolección. Acompañando esto con una campaña informativa seria (mucho menos costosa que las que acostumbra el ejecutivo porteño a solventar con fines electorales, amén de muchísimo más útil y beneficiosa) los números se hubiesen mínimamente acercado a los proyectados para el cumplimiento de la ley.  Ninguna experiencia de separación en origen -la columna vertebral del funcionamiento del principio Basura Cero- ha resultado exitosa ni en Argentina, ni en el resto del mundo, sin una política de concientización previa y responsable.

El éxito del cumplimiento de la Ley de Basura Cero hubiese permitido reciclar mucha de esa basura para ser reutilizada, generando no solo un gran beneficio ecológico, sino también generando empleo y ahorro de costos para muchas empresas, con el beneficio económico y social que ello representa.

A todo esto se agrega a nivel provincial las “zonas liberadas” para permitir diferentes tipos de contaminación, tanto para empresas industriales y agrícolas, como mineras o forestales. La contaminación del agua en ríos, lagos o glaciares, como también la tala indiscriminada o el “desmalezamiento” sin control alguno, que reduce bosques nativos para agrandar la frontera agrícola, son acciones que condenan a un mundo de hambre, desastres naturales incontrolables y desolación a las futuras generaciones de argentinos. Un egoísmo que duele, y que no deberíamos permitir.

También la nación aporta lo suyo desentendiéndose de muchos asuntos bajo el paraguas dee la provincialización menemista, algo que no la exime de responsabilidades ya que, así como se hizo, cuando es necesario al bien común se puede deshacer. Un claro ejemplo es la apropiación del Lago Escondido por Tompkins y la falta de controles para el cumplimiento de leyes nacionales, o la desidia sobre la Ley de Humedales (algo que nos afecta directamente a los porteños), a la que dejan caer en el Congreso, perdiendo estado parlamentario.

Hace poco, en otra nota, informamos acerca del desastroso panorama debido al calentamiento del planeta, que pronosticaron desde un panel de expertos en la ONU. La naturaleza también nos advierte día tras día… ¿Qué esperamos para reeaccionar? ¿Nadie tiene hijos… nietos? ¿O tan solo es parte de la estupidez destructiva de la humanidad a la que no podemos derrotar a pesar de la tecnología y la cultura que decimos poseer?

Como dice esa hermosa canción de la Bersuit… “el progreso fue un fracaso, un suicidio”.

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