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Sale Kulfas, entra Scioli.

por CARLOS CRUZ

Con las presiones de Techint por las contrataciones en la obra del Gasoducto Néstor Kirchner como telón de fondo, Kulfas hizo una pésima jugada al tratar de descalificar -a solo un año de las elecciones- a la persona que tracciona los votos hacia el FdT, por lo que Alberto Fernández le pidió la renuncia inmediatamente y se posicionó al lado de su vicepresidenta. Con Scioli,

Luego del ya muy comentado “off”, Matías Kulfas, otrora uno de los ministros más importantes del gobierno, luego de su errónea jugada contra la vicepresidenta Cristina Fernández, debió dejar el gobierno por la puerta de atrás. En su lugar, Daniel Scioli se hará cargo del ministerio luego de la cumbre de las Américas con el regreso del presidente Alberto Fernández.

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Todo se desató luego del centenario de YPF al que concurrieron -y hablaron- tanto Cristina Fernández como Alberto Fernández… vicepresidente y presidente luego de varios meses cara a cara, buscando dar una muestra de unidad hacia las elecciones presidenciales de 2023.

Pero Kulfas -realmente inquieta saber los porqués de su decisión- se “suicidó” al salir a hablar en una radio (AM 750) y a realizar una operación mediante un posterior comentario “en off” que salió de su cartera, atacando a Cristina Kirchner al no solo descalificar sus palabras del viernes en Tecnópolis (dónde criticó fuertemente a Techint y pidió límites y más dureza hacia la multinacional en las negociaciones por el gasoducto Néstor Kirchner), sino que además se puso en duda la conducta de funcionarios que le responden políticamente. Por eso la pregunta es: ¿qué buscó Kulfas con esto? ¿No sabía que era inviable todo esta operación a tan solo un año de la elección presidencial? ¿O acaso salió a “defender” a Techint ante el cuestionamiento por su pedido de más de 200 millones de dólares que saldrían del Central? ¿Continuará la historia luego de su carta donde reafirma lo dicho?

Con la incorporación de Daniel Scioli, Alberto Fernández, logra dos objetivos: por un lado, reforzar el sector político con un hombre que perdió por muy poco con Macri en 2015, que mantuvo una buena imagen, y que en cierta forma fue reivindicado por las mentiras disfrazadas de promesas con las que Mauricio Macri llegó a la Rosada. Además, Scioli fue vicepresidente de Néstor Kirchner y gobernador de Buenos Aires en los tiempos en que Cristina Fernández era presidenta. Con la llegada de un hombre neutral logra mantener la unidad, aprestándose a defender ahora a su ministro de Economía, Martín Guzmán, cada vez más solo en el gabinete.

Pero no todas son rosas… Scioli, un dirigente con recorrido propio, que llega luego de una buena y vistosa gestión nada menos que en el desafiante Brasil de Bolsonaro, tiene -no es un secreto- aspiraciones de volver a los primeros planos, algo que suma otra ficha en un lugar ya de por sí sobrecargado: el del peronismo “moderado”, en el que juegan el propio Alberto Fernández (a la espera de un repunte económico que lo ponga en carrera), Sergio Massa (que espera desde hace diez años su momento), y el propio Scioli (quien tiene la ventaja de ya haber sido “elegido” por Cristina Kirchner en 2015, haciendo un papel muy decoroso ante el ataque de los medios y la entronización del macrismo). Solo el tiempo dirá cuál será el elegido, si es que la propia Cristina no se pone la pilcha de candidata, algo que quienes la conocen, saben que no hay nada imposible y puede sorprender con cualquier movida y en cualquier momento, tal como hizo con el propio Alberto.

El gasoducto ya quiere empezar a transportar… dólares.

Lo que realmente genera toda esta disputa en la que Kulfas -a sabiendas o no- salió despedido de la rosada, es como suele suceder, una cuestión de… dinero.

Porque tal como definió brillantemente Zaiat en Página12, el “bloque dominante del empresariado local” busca presionar y sacar rédito más allá hasta de la propia obra que le fue adjudicada, algo que Cristina Kirchner se ocupó de hacer visible, lo que ocasionó luego toda esta tertulia de Kulfas y Cía.

La cuestión es así: la adjudicación de la provisión de los caños para el gasoducto fue para la empresa SIAT-Tenaris, subsidiaria del Grupo Techint, quien tiene una planta en Valentín Alsina, en el Conurbano bonaerense, que produce tubos con costura para la industria de gas. Pero parece que Paolo Rocca y sus muchachos no sienten que el precio que le abona el Estado por la obra sea todo lo redituable que ellos quisieran, acostumbrados a vivir e expensas del Estado al que exprimieron durante décadas. Además, se les pinchó el globo con la declaración de “desierta” a la licitación de las válvulas que también aspiraban a ganar, otra vez como único oferente. En ambas, la idea del grupo es tener excelentes ganancias a través de dólares baratos provenientes del Banco Central a precio de amigo. En el caso de las válvulas, directamente importándolas. Y en la licitación ganada por SIAT, importando la materia prima para hacer los caños desde “su” propia planta en Brasil, pidiendo al Central 200 millones de dólares para lograr su cometido, obviamente a precio oficial. Un autopréstamo con jugoso dividendo… 

“Tenemos también que comenzar a exigir, porque quien

provee los caños, que es una gran empresa multinacional

de origen argentino y que la mayor parte de su capital

la hizo aquí en Argentina a partir de la privatización

de la siderurgia que también estaba en manos del Estado.

Pedirle que la chapa laminada que hacen en Brasil la

traigan acá, con línea de producción para hacerla acá.

Muchachos: no podemos seguirle dando 200 millones

de dólares para que se paguen ustedes mismos en

la empresa subsidiaria que tienen en Brasil.

Pongan la línea de producción de chapa en Argentina,

si han ganado fortunas en la Argentina.

El balance, Alberto, del 2021, les triplicó lo del 2020″

CRISTINA KIRCHNER en el acto por el centenario de YPF

No conforme con esto, la empresa de Paolo Rocca quiere también adjudicarse la obra civil (excavaciones y demás), licitación que se anunció hace pocos días. El asunto, fue motivo de conversación con los principales dirigentes de la Cámara Argentina de la Construcción, no muy afecta al gobierno del Frente de Todos, por más diálogo de sordos que intentó hasta el hartazgo el renunciado Matías Kulfas. No solo no quieren a los funcionarios alineados al kirchnerismo, sino que tampoco se entusiasman con los albertistas, con los que delante del micrófono dicen tener buenas relaciones, pero apenas traspasan la puerta reconocen que los prefieren “débiles”

Por todo esto, pensar en tener como “socios” a estos verdaderos popes del poder económico para que se hagan cargo de la obra más importante de infraestructura energética del gobierno, es bastante naif… por no decir peligroso. Son tiempos de definiciones políticas que marcaran el rumbo del modelo a seguir en Argentina. Tiempo como para que el presidente saque la lapicera y no la guarde más.

 

Menem lo hizo…

La historia del despegue definitivo de Techint tiene nombre y apellido: Carlos Saúl Menem.

Luego de licuar su deuda que, como las empresas de Macri y todos los “capitanes de la industria”, meros parásitos que vivieron saqueando al Estado que dicen querer achicar, hicieron la plancha en tiempos de Alfonsín (lo que no quiere decir que no obtuvieran obras del Estado, algo que siempre hicieron y siguen haciendo) hasta la llegada del caudillo riojano que se afeitó las patillas, se cortó el pelo y cambió poncho por traje Armani apenas pisó la Casa Rosada. Allí, en amenas “negociaciones” comenzó la verdadera gloria del grupo empresario de la T.

El objetivo era solo uno: conseguir como sea alzarse con la propiedad de Somisa ante la llegada del tsunami privatizador encargado por ese nefasto personaje que fue Roberto Dromi… “nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, recitó tras que lo traicionara su subconsciente al enumerar el primer mandamiento menemista. Y Paolo Rocca, agazapado, se relamía y aplaudía… como no iba a aplaudir.

Y así, pusieron como interventor a un pseudo sindicalista como Triacca (lo que son las cosas, su hijo continuó su obra con Macri… hasta que no pudo con su genio negrero), quien se ocupó de hacer el “trabajo sucio” de reducir la plantilla. En diciembre de 1990, había 11.600 empleados y tan solo un año después solo quedaban 5285. Además de esa “racionalización”, Triacca logró la hazaña de que la empresa de pérdidas cuantiosas, acompañadas de una abultada deuda contraída que la colocaba en una deplorable posición financiera.

Somisa, que tan solo dos años antes era una empresa pujante, ubicada entre las 30 empresas de mayor facturación anual del país, siendo la primera en el ranking de aportes a las exportaciones agregadas de productos siderúrgicos con aproximadamente un 35 por ciento del total exportado; que representaba cerca del 60 por ciento de la capacidad de reducción y producción de acero y más del 50 por ciento de la capacidad y la producción de acería, además de estar presente en la fabricación de bienes finales, donde tenía una presencia importante en la manufactura de distintos laminados no planos y, en especial, planos en frío y en caliente, amén del monopolio en hojalata. Todo esto muestra a una empresa con un elevado grado de integración vertical de su producción y un fortísimo liderazgo en el mercado siderúrgico local. Triacca (y antes Cattáneo), en tan solo dos años, le generó un déficit operativo de cerca de un millón de dólares diarios y una deuda de unos 500 millones de dólares. ¿Cómo? Exportando productos a menos del 10% del valor real del momento a un trader extranjero -¿se imaginan con quién estaba relacionado, no?-, y a la vez comprando gas, carbón, chatarra y otros insumos a precios muy superiores a los de mercado. Redondito. Con esto generó los quebrantos que no solo sembraron la privatización que Neustadt vociferaba por TV a pedir de “doña Rosa” (después Macri lo reeditó como “Cacho”), sino que se logró otro objetivo fundamental: provocar una importante subvaluación de la compañía, dejándola a medida de Techint, que pagó la vergonzosa suma de u$s 152 millones, parte con bonos de la deuda, cuando la consultora contratada para tasarla antes de la privatización, lo había hecho en u$s750 millones. Si se les resta el stock que estaba en existencia, habría que contabilizar u$s100 millones menos, además, al otro día de la adquisición, la firma recibió cinco créditos por un monto similar a lo que debía pagar… una ganga ¿no?

Esa privatización, realizada como vimos por un precio estimado en el 10% de su valor real (ver contrato de transferencia, normas legales y pliego de la licitación en http://mepriv.mecon.gov.ar/somisa/index.htm) ,  se logró hacer una transferencia al grupo Techint de una empresa líder en exportaciones del sector y en distintas áreas del mercado del acero. Allí, comienza el monopolio del acero que le permitirá a Rocca tener una empresa que en solo seis meses del 2021 tuvo una ganancia obscena del 40% (unos $65.000 millones), algo inaceptable para una empresa de calibre global. 

Hoy, la cadena SOMISA-Siderca-Propulsora Siderúrgica, SIAT, Siderar, Ternium, se ha conformado en un monopolio en algunos puntos de la cadena y todo eso gracias al regalo que Carlos I de Anillaco les hiciera ese gran favor en los noventa.

El problema es que al holding de Paolo Rocca, poco le importa el destino del país que le brindó su fortuna. Ya desde el vamos, apenas adquirió Somisa, que poseía capacidad para laminar rieles, y cuando fue privatizada estaba a punto de poner en marcha un tren de laminación de rieles de mayor peso por metro, lo que hubiese permitido renovar las vías ferroviarias para trenes con mayor capacidad, vendió por chatarra dicha línea porque supuestamente estaba sin uso (¿habrá sido parte del acuerdo que ayudase a la destrucción de los ferrocarriles?).

Y el problema que hoy vemos con la chapa que se debería importar de Brasil, es exactamente el mismo que tuvimos (y tenemos) con los rieles ferroviarios y para uso en ascensores. Techint trasladó el tren de laminación de rieles más livianos a Brasil, país del cual tienen que importar dichos rieles, todas aquellas empresas que quieran producir ascensores en Argentina, ya que no hay otro proveedor local. Y los brasileños, que para los negocios priorizan lo suyo, proveen de rieles a los fabricantes de ascensores brasileños, en condiciones financieras mucho más ventajosas que las que le dan a sus clientes argentinos. Conclusión, suele salir más barato contratar la construcción de ascensores a empresas brasileñas, que a las locales. Y ahora, lo mismo sucede con la chapa con la que construir los caños con costura necesarios para el Gasoducto Néstor Kirchner.

¿Pero se puede esperar otra cosa de una empresa que en plena pandemia pretendía despedir trabajadores, cortó todas sus inversiones y pidió ATP hasta por sus directivos, teniendo que devolverlos porque no les permitieron fugar los dólares que pretendían como ahora cambiar al valor del oficial? Yo creo que no.

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